lunes, 29 de octubre de 2007

Navidad en Octubre

Buenas noches.

Mi cumpleaños cae a finales de octubre. Y hasta ahora nunca lo había celebrado rodeado de decoraciones navideñas. Cierto es que no he vivido toda mi vida en Madrid, pero aquí nací, crecí, estudié (en parte) y vuelvo a vivir ahora. No recuerdo que en el pasado la Navidad empezase en octubre, pero ahora lo hace. Toda la Castellana está ya llena de decoraciones (aún no encendidas, menos mal) de Navidad, los suplementos dominicales de los periódicos incluyen desde hace varias semanas publicidades de juguetes, jamones y viajes de fin de año al Caribe y los anuncios televisivos de coches empiezan a dar paso a los de perfumes y fragancias.

Sé que soy un pesado y que siempre lo comparo todo a Nueva York. Qué le voy a hacer, es mi ciudad de referencia. En Nueva York (y en Estados Unidos), meca del consumismo feroz, la Navidad empieza en diciembre. Claro, que ahora están con Halloween, es la época en que todos los escaparates, tanto de jugueterías como de floristerías, desde los restaurantes de lujo hasta los greasy spoons, se llenan de calabazas. Incluso el Empire State Building (sí, el que no fotografía, como si fuese un vampiro) se ilumina de noche de naranja o de morado. Tras la celebración del día de difuntos –le recomiendo a quien no lo conozca que vaya aunque sea una sola vez al desfile de disfraces de Greenwich Village, donde los atuendos de las drag queens son superados por los disfraces que loes ponen a sus hijos- empieza la celebración de Thanksgiving, que ocupa al menos tres semanas. Entonces desaparecen las calabazas y se ofrecen viajes baratos para volver a casa a pasar acción de gracias y regalos de buen tono para los padres y los sobrinos. Nos creemos que acabamos de inventar el multiculturalismo y el buen rollo del diálogo y la convivencia y los americanos llevan más de dos siglos celebrando una fiesta "espiritual" idéntica para todas las denominaciones religiosas- y también para las personas no religiosas.

La campaña de Navidad no empieza allá hasta después de Thanksgiving. Aquí, curiosamente y a pesar de que ahora se celebra Halloween, se pasa directamente del verano a la Navidad. Y en Navidad, y se trata de una curiosa nueva tradición, la gente se pone disfraces y unos pelucones de escándalo. De eso no voy a escribir ahora, lo dejo para algo más adelante. Hoy la Navidad, aquí y en todas partes, es la fiesta del consumo. Ni siquiera se valoran ya los supuestos valores familiares (sobre los que sí incide Thanksgiving), y mucho menos los religiosos –que a mí, la verdad, me interesan bien poco. Nunca me gustó la Navidad, pero debo reconocer que la persona con quien comparto mi vida, a quien le encanta (y envía decenas, centenares de tarjetas de felicitación, se esmera comprando regalos y montando un árbol precioso y se tira horas preparando unas comilonas tremendas), ha conseguido que ahora lo disfrute mucho más. En el fondo es porque me he convencido de que todo es un ejercicio kitsch y, por lo tanto, digno de atención y elogio.

Pero sigo sin comprender que la Navidad empiece en Octubre. Que haya decoraciones urbanas navideñas y la gente siga vestida de verano. Hoy mismo he visto a un tipo, en camiseta, bermudas y chancletas, paseando bajo las decoraciones de muelles (¿navideñas?) de la Castellana. A lo mejor es que la bonanza de nuestra economía depende de lo que gastemos ahora y tenemos que empezar la temporada del consumo lo antes posible. O a lo mejor es que el poder de la chancleta es tal que se sigue llevando incluso en las frías mañanas madrileñas de estos días. Me inclino, por algún extraño motivo, por esta segunda opción. No sé qué hago gastando en zapatos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cuántas cosas que comentar! Sobre todo, porque esta entrada está más a mi nivel cultural y sociológico.
Totalmente de acuerdo en que la Navidad se ha transformado en una fiesta del consumo y que por eso empieza antes: la cadencia, en España, la popularizó El Corte Inglés, que marca el paso del tiempo con "la vuelta al cole", "las navidades", "las rebajas y segundas rebajas", "blancolor", "el mes del muebles o de un país o región del mundo", "ya es primavera", etc.
No sólo pasa en España; en la ciudad en la que ahora vivo, empieza a intuirse la Navidad en los escaparetes.
Personalmente, creo que lo peor de esta navidad [con minúcula] moderna es que el mensaje publicitario se disfraza de amor, concordia familiar y mejores deseos, creando unas espectativas irrealizables. Bien es cierto que la sociedad de consumo de masas se basa en la existencia de una insatisfacción permanente y la promesa de colmarlar consumiendo, pero en Navidad esto es especialmente cruel.
He amado, odiado, ignorado, esperado y querido la Navidad; hasta que se transformó en una excusa para estar con algunas de las personas más importantes en mi vida, sin la presión de quererse, sin la presión de hacerse regalos: el regalo es poder estar juntos. Así, además, he encontrado una manera de distanciarme del frenesí consumista que acabará con el mundo.
Creo que tu visión de Nueva York y Acción de Gracias está romantizada. Tal vez aquellos que ahora viven allí puedan contarnos cómo lo ven ellos.
El poder de la chancleta es el poder de las modas más feas y menos prácticas -¿qué puede haber más sucio que unas chancletas en la ciudad? Son las modas que perduran y vuelven.

Squirrel dijo...

Es que ya lo dije en una entrada anterior: la moda que vuelve siempre es la más fea. Las modas bonitas no suelen volver, en parte porque nunca se van del todo.
Claro que tengo una versión romantizada de Nueva York, haber estado ahí, aunque fuese de paso fugaz, con 14 años, marcó en gran parte lo que soy. Pero no pienses que veo Thanksgiving como una panacea, me gusta porque es una fiesta bonita, muy melancólica y no religiosa.
Aunque no siempre ha sido así, creo en las simbiosis: entre dos personas (había renunciado a la pareja y la realidad me probó que estaba equivocado), entre lugar y persona (y sí, "encajo", por parafrasearme, en Nueva York), o entre atuendo y temporada. Y me alegra que coincidas conmigo sobre las chancletas en invierno. Luego se quejan de que se resfrían. Peor que resfriarse es llevar los pies sucios, y sobre todo que los demás lo vean. Muchas gracias por tu comentario.