Buenas tardes.
Un aspecto que sorprende del paisaje humano actual de Madrid es la cantidad de artistas circenses que hay. Los ves en los semáforos que tardan en abrirse (en el de Abascal con la Castellana, por ejemplo) y la verdad es que son muy buenos. Hacen malabarismos con mazas, cintas, pelotas. Se ganan, sin duda, las monedas que reciben de los conductores. Noté esta misma profusión de malabaristas en Londres, cuando viví allí, en los años del cambio de siglo.
No sólo se ve a estos jóvenes artistas circenses en los semáforos. Todos los domingos, muchos se agrupan en la zona de la Latina y entrenan con sus diábolos con gran dedicación. La misma de los (aún más jóvenes) patinadores de skateboard, que se desgañitan dando grandes saltos para, después de girar la tabla en el aire, volver a caer sobre las ruedas (sólo hay dos o tres que lo consiguen, los demás parecen repetir el intento una y otra vez, casi siempre en vano).
Yo, que lo único en lo que soy maestro es en perder el tiempo, me pregunto si estos chicos alguna vez se plantearán hasta donde quieren llegar con sus acrobacias sobre patines y con sus prácticas circenses. No dudo de que lo pasen bien y estoy seguro de que extraen de sus prácticas mucha satisfacción pero me extraña mucho que jóvenes supuestamente modernos se dediquen a una práctica tan rancia como el circo y las acrobacias. No estoy juzgando lo que hacen ni diciendo entre líneas que deberían hacer algo "de provecho". Nada más lejos de mi intención. Insisto, si algo he hecho bien a lo largo de mi vida es perder el tiempo, y es el derecho de cada cuál elegir cómo lo pierde. Pero puestos a hacer una actividad "alternativa" se me ocurren otras muchas, pero por algún motivo meto el circo en el mismo saco que el croché. Y no me cuadra que estos chicos se dediquen al circo, no sé por qué.
Ludvík Vacátko y Los Caballos
Hace 1 semana
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