sábado, 6 de octubre de 2007

Las playas desiertas


Buenas noches.

Cuando el violonchelista brasileño Jaques Morelenbaum y Ryuichi Sakamoto (uno de mis músicos modernos favoritos) se lanzaron a bucear en el enorme archivo que dejó Antonio Carlos Jobim a su muerte, encontraron entre otras muchas cosas la partitura de una canción inédita, "As praias desertas", un ejercicio de melancolía, saudade y optimismo, siempre presentes en la música de Jobim y las letras de Vinicius da Moraes. Acompañados por Paula, la mujer de Jacques, cantante de voz cercana y natural, muy en la línea de Astrud Gilberto, grabaron la canción y la incluyeron en el primer disco que hicieron juntos, "Casa". Aunque he rebuscado por Youtube no he encontrado ningún vídeo, y es una pena que no exista porque la canción es preciosa.

No oculto que a mí me encantaría ver ese vídeo, sobre todo porque me gustan mucho las playas desiertas. Nunca olvidaré un paseo muy largo, hace ya mucho, por la playa de Scheveningen, cerca de La Haya, con mi perra, aún cachorro, llena de energía y de ganas de verlo y olerlo todo. Este verano pasado estuve en el norte de Inglaterra, donde tengo familia, y aproveché para darme paseos por la playa de Goswick, en el condado de Northumberland. Yo filmaría el vídeo de la canción en esa playa. Está en una reserva natural de dunas protegida, llamada Lindisfarne, llena de aves de todo tipo. Cuando la marea está baja, la playa se vuelve inmensa y de hecho hay una carretera que lleva a Holy Island, isla sagrada que fue una de las cunas del cristianismo en Gran Bretaña y que cuenta con un monasterio abandonado, tan británico, y un castillo que debió servir de modelo para la Isla Misteriosa de Tintin. Todo queda anegado cuando sube la marea, la isla aislada, la playa desaparecida.

La playa, muy larga, suele estar desierta, salvo por unos pocos paseantes a pie o a caballo. Quién más la disfruta son los perros, que persiguen gaviotas, cormoranes y todo lo que se mueva, se dan chapuzones cuando les apetece y corren sin parar, aprovechando cada instante. En eso, como casi en todo, los perros son superiores a nosotros. No tenemos esa capacidad inagotable de disfrutar del momento sin pensar en el pasado o en el futuro, sin compararlo con otras experiencias o proyectándolo hacia otras aún por vivir. Ver a un perro retozar, por puro placer, en la arena, como en la nieve, es una delicia.

No me importa hacerle publicidad a la playa de Goswick, una pequeña parte de la cuál se ve en la foto, sobre todo porque allí llueve casi a diario, y ese tipo de playas, que son mis preferidas, tienen poco atractivo para la mayor parte de la gente, que prefiere la garantía de sol y calor. Para mí su belleza está en el silencio, roto sólo por el viento, las olas y algún graznido y ladrido ocasional. Y el azul del mar, que da tanto sosiego.

"As praias desertas continuam
esperando por nós dois..."

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