sábado, 1 de agosto de 2009

Serpentinas


La Serpentine Gallery es una galería de arte situada en pleno Hyde Park, en Londres, pegada a la lengua de agua que cruza el parque, de la que toma su nombre. En el Reino Unido es famosa porque la princesa Diana hizo allí su primera y deslumbrante aparición pública tras su divorcio del príncipe Carlos.

Hace ahora diez años justos que me fui a vivir a Londres. Una de las grandes ventajas que tenía vivir en la ciudad es que mi piso estaba cerca de Hyde Park y, por lo tanto, de la Serpentine Gallery que es además de entrada gratuita al ser pública. Allí habré visto un montón de exposiciones inolvidables, algunas de artistas que me gustan mucho, como Cindy Sherman o Rachel Whiteread, otras de artistas que me interesan algo menos, como Cy Twombly o Richard Prince.

En el verano del 2000, con motivo de la celebración de una fiesta, la galería encargó a la arquitecta Zaha Hadid que diseñase una carpa. El resultado fue una estructura tubular angular cubierta por un toldo de neopreno blanco. Una haima del desierto postmoderna en pleno Hyde Park. A mi gusto, es lo mejor que ha hecho nunca la Hadid, pues al ser algo sencillo y pobretón no quedaban a la vista las carencias constructivas (derivadas de lo arriesgado de sus diseños, cierto es) que caracterizan a su obra terminada.


La estructura quedó, tras la fiesta, varada en pleno parque y la gente empezó a visitarla y a hacerle fotos. La prensa se hizo eco. Y la galería decidió que todos los veranos le encargarían a un arquitecto de renombre sin obra construida en Londres que diseñase un pabellón temporal, al estilo de las “follies” que la aristocracia británica erigía en sus jardines en el XVIII. Aunque mercantilizasen de este modo una idea puntual, desde entonces han surgido año tras año obras sumamente interesantes, algunas mejores y otras peores, casi todas de arquitectos-estrella de ésos que diseñan y construyen “iconos” generalmente descoyuntados que tanto gustan a la gente. Yo detesto ese tipo de arquitectura, sobre todo desde el punto de vista sociológico, pero he de reconocer que en un ejercicio efímero y a pequeña escala es donde tiene un papel, pues la excentricidad constructiva, cuando sólo tiene un objetivo lúdico, no sólo es tolerable, sino sumamente aconsejable.

Al año siguiente le tocó a Daniel Libeskind, que dejó un gusano angular cubierto de aluminio reflectante.


Oí hablar de Libeskind por primera vez en 1986 cuando la revista El Paseante (¿por qué ya no se hacen cosas así en España?) publicó un artículo, escrito por Gabriel Allende, otro arquitecto que entonces empezaba, sobre sus diseños. Eran pura matemática, inconstruibles, líneas rectas en un espacio infinito, múltiples planos inconexos. Utopía constructiva. En el pabellón para la Serpentine se le nota suelto y entretenido, feliz de poder deconstruir volúmenes sin preocupaciones de durabilidad o confort, sin tener que plegarse a necesidades de habitabilidad o a las demandas de empleadores, como le pasa a casi toda su obra construida, cuyo interés ha ido cayendo en picado con los años.

Toyo Ito, arquitecto irregular y fascinante, que no ha hecho dos cosas iguales, fue el siguiente.


De todos los pabellones hasta ahora construidos, el suyo es el que más me gusta. Se trataba de un paralelepípedo normalito y sencillo convertido a base de tiralíneas en una celosía tridimensional de metal blanco y cristal. Encajaba en el parque y en el entorno verde de maravilla. Cierto es que, al ser cerrado, fue el más mercantilizado de todos y se convirtió en cafetería/chiringuito de verano. Cuando años más tarde sobrevolé en helicóptero el Mar Báltico congelado, el paisaje de pequeños icebergs irregulares flotando en el agua era igual que esta estructura.

Al año siguiente se lo encargaron a Oscar Niemeyer, que se marcó un cacharro extraño, elevado sobre el terreno, de construcción mucho más compleja que los anteriores (hubo que cimentar) y, la verdad, bastante feo. Niemeyer es uno de esos vejestorios venerados con los ojos cerrados por la izquierda, como García Márquez o Saramago, que tuvieron un momento de creatividad extraordinaria pero que se han fosilizado en vida, repitiendo fórmulas obsoletas una y otra vez, ensimismados en su divinidad. Son de los que se tiran un pedo en un escenario y les aplauden.


Con Niemeyer llegaron los problemas. El pabellón de 2004, diseñado por la firma holandesa MRVDV complicaba las cosas aún más desde el punto de vista constructivo y no se llegó a hacer. Su idea era construir una montaña artificial por encima del pabellón ya existente y sembrarla de hierba y plantas. Interesante, tal como se ve en el croquis, pero demasiado para un pabellón temporal con una vida de un par de meses. Los responsables de la galería tuvieron el buen tino de regresar a los orígenes del ejercicio y volver a estructuras más sencillas.


En 2005 se lo encargaron a uno de los pocos arquitectos de verdad imprescindibles del último cuarto de siglo, Álvaro Siza.


Construyó un pabellón de vigas de madera y cristal, con grandes aberturas, angular por fuera y redondeado por dentro. Es uno de los pocos que no he visto en directo, no puedo juzgarlo como a los otros, pero la pinta es magnífica.

Un año más tarde le tocó el turno al gran pope de la arquitectura mundial, Rem Koolhaas. El gran pope y el más sobrevalorado de todos los arquitectos en ejercicio. Todo lo que diseña tiene que ser “irónico”, que este señor es muy listo. La ironía, sin embargo, a veces sirve para ocultar la falta de talento, es algo que sé muy bien, por experiencia propia.


El pabellón que construyó era básicamente una estructura circular de paneles traslúcidos con un enorme globo irregular hinchado por encima. Muy gracioso. Bastante feo. Y en el interior hacía muchísimo calor y bastante ruido causado por el mecanismo de hinchado del globo. Estaba en Hyde Park pero podría haber estado en Dubai, Beijing o a las puertas de algún Carrefour de extrarradio. Mira, ahí podría haber quedado bien, en plan concesionario de KIA. (Soy injusto con Koolhaas, es un muy buen arquitecto, el CCTV en Beijing o la Librería Pública de Seattle son edificios espléndidos).

También era circular la estructura que diseñaron Kjetil Thorsen (de la firma noruega Snøhetta) y otro artista muy sobrevalorado, Olafur Eliasson, que un par de años antes había deleitado en Tate Modern con su instalación de un sol naciente (o poniente, que tanto monta). Minimalismo conceptual para las masas (qué malo soy). El pabellón, que tampoco vi en persona, es bonito, construido en madera y formado por una rampa con un capirote a lo alto. Parecido al de Koolhas pero más elegante, más serio.


Ese mismo año, por cierto, hubo un segundo pabellón, tan efímero como el primero de esta larga lista, pues era también para una fiesta, y diseñado también por Zaha Hadid. Levantó tres champiñones blancos gigantes de poliuretano y los llamó “Lilas”. Son preciosos, la verdad, poco tengo que añadir a lo que dice la foto.


El año pasado le tocó a Frank Gehry. Yo detesté le museo Guggenheim de Bilbao hasta que lo vi en persona y claudiqué ante la evidencia. Es un edificio fantástico, genial. A Gehry, eso sí, se le acabó el talento hace mucho. Construyó para la Serpentine una estructura de madera, algo feúcha y muy pesada, con planos superpuestos. Nada más ver el pabellón pregunté a una azafata que había por ahí que quien diseñaría el siguiente. Arquitectura desechable, de usar y tirar. La foto es mía, por cierto, la única de este reportaje.


Y este año le han encargado el pabellón a SANAA, dúo de arquitectos japoneses que, como Toyo Ito, nunca hacen dos cosas parecidas y que están obsesionados con la piel de los edificios. Escribí sobre ellos hace tiempo, con motivo del New Museum de Nueva York.


Tan obsesionados están con el exterior de los edificios que en este caso han prescindido del mismo, construyendo una marquesina de formas orgánicas y redondeadas que se mete por los huecos que dejan los árboles, de techo reflectante, sujetada por columnas muy finas. La insoportable levedad de la arquitectura. Parece muy bonito, muy bien encajado, lo veré en directo cuando vaya a Londres a celebrar el 40 cumpleaños de Stanwyck. Huy, que desvelo secretos ocultos.


Gusten más o menos los pabellones, la idea es magnífica. Se deja rienda suelta a arquitecturas efímeras arriesgadas sin el riesgo de que se queden para siempre en el paisaje urbano. Es realmente la concepción de la arquitectura como arte. Cuando mejor funciona es cuando tiene menos pretensiones e intenta hacerse con el lugar (el parque, el pabellón eduardiano existente), sin necesidad de encajar con el entorno. Es el caso de los proyectos de Hadid, Libeskind, Ito, Siza o SANAA. Funciona peor cuando construyen algo que no es más que un dibujito mono (Niemeyer), se pasa de listo (Koolhas) o se diseña en minuto y medio y sin entusiasmo especial (Gehry). Si no te gusta el pabellón, pasas a la exposición de la galería, te quedas un buen rato en su fabulosa librería o, si no hay más remedio, te das un paseo por Hyde Park. La fuente-memorial de Leididín está muy cerquita.

No entiendo como no se ha copiado en ningún otro sitio una idea tan buena. Quizá porque no hay parques como Hyde Park ni galerías como la Serpentine. Pero al lado del Palacio de Cristal del Retiro se podría hacer algo parecido, ¿verdad? No caerá esa breva...

16 comentarios:

Pandora dijo...

Qué bonito, Breck. Deberías tener una revista de arquitectura para amateurs.
Me gustan especialmente Toyo Ito, Alvaro Siza y Las Lilas!!!

Squirrel dijo...

Las Lilas son preciosas, ¿verdad? Algún día montaremos una fiesta de ese tipo. Y proyectaremos la Boda de Muriel. Y el catering será de VIPS. ¿Te acuerdas?
Adorada Charlene.

Pandora dijo...

POR DIOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ESO ES EL PARAISO EN LA TIERRA...

Manuel Sánchez de Nogués dijo...

Muy interesante el artículo, menos la última frase. ¿Por qué esa obsesión de copiar en Madrid lo que se hace en otras partes? De acuerdo que dé buen resultado en Londres, en ese entorno semi-perfecto del Hyde Park, pero, ¿tiene necesariamente que quedar bien en Madrid?

Alvaro Siza ha hecho, aquí en Ceuta, un complejo cultural en una manzana en pleno centro de la ciudad cuya belleza me parece discutible. Cierto que se ha encontrado con numerosos problemas de edificabilidad y de uso, pero, ciertamente, que la fachada a una de las calles sea una pared semicircular encalada (es un teatro-auditorium) de 30 metros de altura, sin más, no me parece ni estético ni mucho menos genial.

A mí sí me gusta Niemeyer, al menos lo que le he visto, por fotos, en Brasilia... Pero claro, es que soy de izquierdas :). Puede que luego se haya repetido, pero en realidad se repiten todos: Gehry el primero: Guggenheim, Bodegas Marques de Riscal, etc... Y nos repetimos todos, en cierto modo, sin ser arquitectos ni artistas.

En cualquier caso, qué gusto poder disfrutar de esos pabellones en Hyde Park, ¿no? Coincido con Pandora en las Lilas, y contigo en Siza (en este caso y sin que sirva de precedente) :) También coincido contigo en el rechazo a esa moda de tener en cada ciudad una o dos (o tres) obras de arquitecto de relumbrón. En realidad, creo que la única obra de arquitecto-estrella que merece la pena en Madrid es la ampliación y remodelación de la estación de Atocha. Lo demás, es bastante discutible, empezando por las torres florentinas.

Pandora dijo...

De acuerdo con la estación de Atocha

coxis dijo...

Me quedo boquiabierto ante tus conocimientos arquitectónicos.

Desde el punto de vista de la absoluta ignorancia el que más me gusta es el de Toyo Ito (como tú, casualmente... :-D)

Buena tarde dominical

Squirrel dijo...

Gracias Manuel y Coxis. Es una idea estupenda, ienso que exportable, y todos los pabellones son muy bonitos.

theodore dijo...

...y entonces llega don Fen-nando y da un do de pecho de los suyos.

Qué cosas. Y parece todo tan fácil. Hala, a montar una cosica cada año con los mejores arquitectos, porque yo lo valgo.

Ojú.

Las lilas son alucinantes, pero la verdad es que a mí me gustan todas. El gusano de Libeskind no se queda corto, y lo de Toyo Ito, y...buf, todotodotodo. Me ponga cuatro sin envolver, por favor.

Squirrel dijo...

Gracias Theodore, eres lo mejor.

Revision Interior dijo...

"la excentricidad constructiva, cuando sólo tiene un objetivo lúdico, no sólo es tolerable, sino sumamente aconsejable".
Completamente de acuerdo, es en estos pequeños proyectos donde se puede dar rienda suelta a la imaginacion y experimentar, para luego llegar a ideas y soluciones aplicables en proyectos de mayor envergadura, o no, dejarlo en simple divertimento.Es algo asi como los desfiles de alta costura al prêt a pórter y la moda de la calle. Lo malo es conseguir los fondos para ello y que no se convierta en un despilfarro trivial o un mangoneo entre amiguetes.
En cuanto a los pabellones, casi todos parecen interesantes, auqnue habria que haberlos visto in situ, aveces la arquitectura es solo "foto".
Por otro lado, nos parece logico que los arquitectos, como todos los artistas "se repitan", cada uno tiene su estilo y por él se les valora, otra cosa es que cada repeticion sea mejor o aporte algo nuevo.

Proximamente haremos referencia a este post en uno nuestro.

Un saludo

Pandora dijo...

"la excentricidad constructiva, cuando sólo tiene un objetivo lúdico, no sólo es tolerable, sino sumamente aconsejable".
Que buena frase!! No puedo estar más de acuerdo.
Y claro que a veces la arquitectura es solo foto, igual que la belleza, las modelos, el cine... Incluso diría que a veces es solo luz.

Squirrel dijo...

Revisión del Interior y Pandora, mil gracias por tomar una frase de mi texto, da un poquitín de vergüenza verse así citado. Efectivamente, a pequeña escala los qrquitectos se pueden permitir dar rienda suelta a la imaginación, otra cosa es tener que hacer algo habitable y que encaje en el tejido de una ciudad con vocación de permanencia.

Stanwyck dijo...

Aún no he ido a ver el pabellón de SANAA -capital de...-. Los japoneses son lo más. El museo de Ado en Nao-shima está entre lo mejor de la segunda mitad del siglo 20 y entre el número 2 y el 15 de todos los tiempos.
El pabellón de pasado año estaría mal -sabes más que yo y acepto tu criterio- pero dentrose estaba a gustito. Yo pasé un rato, ¡un día que hizo bueno!, viendo a la gente y bebiendo agua.
Qué bien que vengas, vengais, a la fiesta.

Pandora dijo...

Stan, yupi! tu fête va a ser el punto de reencuentro con los Fors.

Squirrel dijo...

Iremos, Stanwyck (y Pandora), a la party, salvo que el Atlántico lo impida... Ya sabes que me quejo por quejarme, todos los pabellones son fabulosos, sin excepción, hasta el del año pasado.

Por cierto, Polo (que comentabas en el post anterior), las exposiciones de la Serpentine son siempre buenísimas, la de Koons de este año no será menos. Lo primero que vi de Koons, hará más de 20 años en el Sofía, me dejó de piedra: vitrinas con balones de baloncesto y aspiradores. Conceptual pop, entonces me pareció lo más, es algo de lo que Damien Hirst se adueñó. Las series de fotos gigantes con Cicciolina (con quien se casó...) eran muy buenas y el Puppy que ahora está en Bilbao (que se expuso por primera vez en una Dokumenta en Kassel, también a finales de los 80 o primeros 90) es un puntazo. Tiene el punto kitsch y camp deseable. A mí me sigue haciendo gracia, a pesar de lo comercial que lo han vuelto con esos precios disparatados que pagan millonarios rusos por sus obras.

Anónimo dijo...
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