domingo, 29 de junio de 2008

Librerías


En algún lugar de este blog he dejado dicho que me gusta mucho leer. He leído y leo mucho. De todo. Sin criterio. El Super Pop y el Tractatus Logico Philosophicus. Desde Kierkegaard hasta el Manual de la perfecta petarda. Y a todo le saco jugo, la verdad, pocas veces he dejado un libro sin terminar.

No soy ni fui ratón de biblioteca, entre otras cosas porque siempre me ha gustado leer tumbado, me concentro mucho mejor. También estudiaba tumbado. Debe ser algo relacionado con el riego sanguíneo, imagino. No soy tampoco comprador compulsivo de libros, aunque tengo unos cuantos. Lo que me encanta son las librerías, de hecho siempre he tenido la idea loca (no quiero, deliberadamente, llamarlo un sueño) de abrir mi propia librería, especializada en tipografía (le haría un logo muy bonito en Helvética o Bodoni o algún tipo nuevo de mi propia invención), poesía, arte y viajes. Y para hacer caja vendería a Dan Brown y Ruiz Zafón, que hay que comer.

Los turistas no suelen ir a librerías. Tengo no sé si la suerte o la desgracia de viajar bastante, sobre todo por trabajo, y siempre que puedo aprovecho para meterme en librerías de todo tipo, a hojear volúmenes y a sacar ideas para mi negocio imaginario. Evitando de paso a los turistas: uno puede ir a la iglesia menos interesante de Europa (no me refiero necesariamente a la Almudena) y siempre encontrará a algún turista, guía en la mano. Pero a las librerías, salvo que sean muy de escaparate, bien en El Cairo ("Aquí estuvo Agatha Christie") o La Habana ("La favorita de Hemingway"), los turistas ni se acercan.

He visto librerías preciosas, de cuyos nombres no me acuerdo, en Lisboa, Dublín, Estambul, Sevilla o Buenos Aires, ciudades que tampoco conozco tan bien, librerías grandes y pequeñas, especializadas o generalistas, pero siempre con un encanto especial. He estado y comprado en librerías especializadas en viajes, uno de mis sectores preferidos: hay dos que me gustan en particular, la "Libreria del Viaggiatore", en Roma, cerca de Campo di Fiori (compré un libro maravilloso, que en mi infinita estupidez regalé, llamado "Roma di Notte", escrito y publicado antes de la llegada del fascismo, en el que se enumeraban los mejores sitios para dormir a la intemperie en la ciudad , y se avisaba de los lugares peligrosos por si alguien se atrevía con ellos) y "The Complete Traveler Bookstore" en Nueva York, en Murray Hill, muy cerca de la Morgan Library. Durante mucho tiempo ésta fue mi librería modelo, con sus dos partes diferenciadas, una dedicada a guías y mapas de viaje y la otra –en la que me he dejado mis buenos cuartos- con ediciones antiguas de libros de viajeros. Aunque especializada en otro tipo de viajes, recuerdo bien una librería esotérica en Turín (¡qué ciudad tan magnífica!), regentada por el joven y misterioso Dottore Sinatra que no nos vendió a su madre porque no nos dejamos pero a punto estuvimos de tener que comprar otra maleta para cargar todo lo que nos colocó. Tan imposible me resulta olvidar al joven Sinatra como recordar el nombre de su atiborrada y diminuta librería.

En Madrid me gusta mucho "Hiperión", al igual que las ediciones de libros que hacen y la gran amabilidad de los dependientes. Yo le añadiría un servicio gratuito de café y té y una bandeja con bollos recién hechos a disposición de los clientes. Aquí debo decir que en mi librería imaginaria habría esas cosas, y si no bollos, al menos la tarta de polenta que hace mi santo esposo. Y que no duraría nada, pero bueno, ya compensaría el gasto de otro modo. También me gusta "Berkana", infinitamente mejor que cualquier otra librería especializada en temática queer que haya visitado (hay una en Castro que también me gustó mucho, aunque haciendo memoria lo que recuerdo son unos calendarios de auténtico escándalo que, bobo de mí, no llegué a comprar. Mejor no sigo) y también "Arranca Thelma", en uno de los rincones más atmosféricos de Madrid, la plaza del Alamillo. Ahí he encontrado grandes joyas olvidadas, como el libro a gran formato de Reinhart Wolf de fotografías de Nueva York o el que contiene la colección de dibujos eróticos de Jean Cocteau, ambos por dos durillos. Mi librería favorita en mi propia ciudad desgraciadamente cerró hace mucho. Se llamaba "Lectura", y estaba en la calle del Doctor Fleming. Era una librería generalista en tres niveles con una sección infantil cuyas existencias yo devoraba, sentado en las escaleras, tarde tras tarde, sin que las dependientas dijesen nunca nada incluso cuando ni mis hermanos ni yo les comprábamos apenas nada.

Mi modelo de librería ideal está cercano a John Sandoe, en Londres (Chelsea), con los dependientes más leídos y mejor informados del mundo. Su problema es que, como todo en Londres, es víctima de los vaivenes de la moda: Elton John dijo en una revista que era su tienda favorita de la ciudad y claro, a partir del día siguiente sólo podías entrar cuando sonaba tu número en el turnomátic. También me gusta mucho La Hune en París, en Saint Germain, con un espacio perfectamente diseñado y un catálogo inacabable de fanzines y revistas de arte "alternativas" (es decir, muy guarras, las que más me gustan). Pero me temo que ésta sí la frecuentan los turistas aunque sólo sea como una etapa más en su peregrinar pseudo-existencialista.

No sólo me gustan las librerías pequeñas, aunque ése sería lógicamente mi modelo a seguir. Me encanta "The Strand", en Nueva York, en Broadway cerca de Union Square. Lo tienen todo. Hasta venden libros por metros: tienen un servicio de decoración que les llena los anaqueles a propietarios de mansiones de reciente construcción en Jersey City o Newark (o en Park Avenue, ojo). Y uno se puede quedar horas y días. Te lo dejan mirar todo e irte sin comprar nada (deduzco que se nota que me gusta el formato VIP'S, no puedo evitarlo). Por cierto, muy cerquita de The Strand está "Forbidden Planet", cuyo nombre viene de una de mis películas favoritas y es el paraíso del cómic, género que cultivo poco, lo reconozco. Pero la tienda es estupenda.

En mi lista de librerías favoritas, me quedo con tres, cada una en su estilo y por méritos propios. "Posada", en Bruselas (en la rue de la Madeleine, en pleno centro medieval) es la librería de arte perfecta. Es el único lugar del mundo donde he encontrado una monografía sobre Alexander Archipenko, pintor ucraniano en la órbita cubista, hoy injustamente (en mi opinión) olvidado. En Posada los libros están amontonados aparentemente sin ton ni son, el piso superior cruje a cada paso y uno tiene la impresión de que va a colapsar, hay más polvo del que quizá debiera. Pero en realidad todo está en su sitio, es una fuente inagotable de bibliografía artística y el polvo le da un lustre muy especial. Y tiene el mejor escaparate de cualquier establecimiento en cualquier lugar del mundo.

Yo me iría a vivir, para el resto de mis días, a "Akateeminen Kirjakauppa", o Librería Académica, en Helsinki. Pediría trabajo de día y también que me dejasen meter una camita y poder dormir en ese espacio inmenso pero recogido, donde los libros se mezclan al mármol de Carrara, la madera de abedul y el bronce, los materiales de construcción favoritos de Alvar Aalto, que regaló además a este edificio los lucernarios más bonitos nunca creados y que están retratados en la foto que encabeza este post. Está a años luz de lo que sería mi propia librería, pero demuestra lo importante de un buen diseño.

La tercera, en realidad la primera, en mi lista de librerías favoritas es "Three Lives and Company", en la calle 10, Greenwich Village, Nueva York. Está en un rincón precioso y arbolado de la ciudad, tiene el tamaño perfecto y secciones sobre todos los temas que me interesan: arte, biografía, LGTB, poesía, cocina, novela. Los dueños no pueden ser más amables, no pueden saber más de lo que saben y sin hacer ostentación de ello, no puede oler mejor, a una mezcla de papel sin estrenar, naranja y laurel. Mi idolatrado Gore Vidal hace, ya de tiempo atrás, los lanzamientos de sus libros en Three Lives. Sólo les falta el café y los bollos. Si algún día abro mi librería seguro que me ponen un pleito por plagio de modelo empresarial, porque les copiaría hasta el edificio, del que dejaría aquí una foto que le hice hace un par de meses si supiese insertarlas en el texto y no sólo al principio, que es lo que Blogger me dice que tengo que hacer (¿Me puede ayudar alguien, por favor?)

Eso sí, mucho amor por las librerías y siempre acabo comprándolo casi todo en Amazon.


sábado, 28 de junio de 2008

Divino Cherubino

Una de la primeras óperas que vi fue Las Bodas de Fígaro, y sigue siendo una de mis grandes favoritas. Siempre me fascinó el personaje de Cherubino, el adolescente por el que todas las mujeres suspiran, interpretado por una mujer, y a quien disfrazan de mujer para evitar que caiga sobre él la ira de los otros personajes masculinos. Me encanta el juego y el equívoco de los sexos, no lo puedo evitar.

En esta versión, la divina Christine Schäfer brilla con su voz clara y preciosa. La producción es un tanto absurda, pero la acompañan la bellísima (y excelente cantante) Anna Netrebko y un chico que hace de ángel y que, aunque no cante, no está nada pero que nada mal.

domingo, 22 de junio de 2008

Control Total

Buenos días.

Vendería mi alma por tener control total sobre ti. No lo digo yo, sino Martha Davis, la cantante de los Motels, que en 1982 arrasaban con esta canción, que acabo de reencontar. No me cansaré de decirlo, bendito YouTube.

Hay que reconocer que esta versión, que es en directo, es idéntica al disco, algo que siempre tiene mucho mérito. La canción tiene una intensidad muy especial y Martha Davis esa apariencia de vulnerabilidad salvaje (decente y putón, como Jessica Harper) que tanto me atre.

Creo que voy a empezar a "postear" sobre los primeros años 80, los que en realidad más me marcaron y de los que ahora reniego en parte. Si me pongo pesado (o si echáis de menos los 70) decídemelo, por favor.

jueves, 19 de junio de 2008

Living a celebration

Dedicado a Joel Derfner
Hallábame yo sudando como una perra, montado en la elíptica en mi permanente y estéril lucha contra la lorza. Yo no era el único que luchaba: desde mi iPod, Sylvester, Jocelyn Brown, Eartha Kitt y Sister Sledge también intentaban imponerse al insufrible Ibizamix 1994 que tronaba como música ambiente en el gimnasio. Mientras me desgañitaba al grito de "You make me feel mighty real", me afanaba en controlar todos los indicadores de la máquina infernal –tiempo transcurrido, vatios de potencia, velocidad, frecuencia cardiaca, nivel de esfuerzo y, sobre todo, calorías quemadas- y le echaba un vistazo, como cada tarde, al paisaje humano a mi alrededor. Curioso paisaje, mezcla casi por mitades de cincuentón con barriga que habla (sobre todo de fútbol y cotizaciones de bolsa) más que corre y de chicas delgadísimas con una predisposición innata hacia la tortura del glúteo propio. No falta algún musculoso con mal disimulados problemas capilares, muy macho él, por supuesto, aunque sospecho que el esfuerzo salvaje y el cincelado de abdominal que he notado en las últimas semanas apunta al deseo de una aparición descamisada en el Orgullo, con toda seguridad a bordo de la closet-carroza, eso sí. Como siempre, pululan los monitores, casi todos jóvenes, guapos, buenorros y descerebrados, siempre sumidos en un aburrimiento terminal, salvo la profesora de spinning y sus glúteos marmóreos, que siempre va con la sonrisa profesional puesta (¿Se puede uno operar la sonrisa para hacerla permanente? Viendo a esta impresionante mujer me lo pregunto). Más allá, corriendo en la cinta, está el policía joven y guapo, que antes venía con su amante, el policía mayor, pero ahora viene solo; un día, hará un año o así, me sonrieron en el camino a las duchas…. ¿Habrán roto? (Stanwyck, fiel lectora, sabes de quien hablo, seguro que lo recuerdas, me refiero a ése que yo siempre digo que nunca presentaría a mi santo esposo porque de hacerlo me quedaría más solo que la una en un nanosegundo). Bueno, tengo que reconocer que lo de que es policía es pura imaginación calenturienta, como lo del amante mayor, que a lo mejor es su padre. Pero lanzar la imaginación al vuelo le permite a uno no desesperarse viendo como el tiempo pasa lentamente y en proporción inversa al aumento del cansancio mientras el gasto de calorías no sube lo que uno desearía y sin embargo la frecuencia cardiaca se dispara. Cosas de la cuarentena. O de los malos genes. Eso, mejor echarle la culpa a los genes.

He olvidado comentar un detalle de mi relato gimnástico que tiene importancia de cara al desenlace (por si no te habías dado cuenta, querido lector, te estoy narrando una historia verídica acaecida hace pocos días). Tengo un hábito encantador, que a todo el mundo enamora. Cuando me hallo en pleno esfuerzo me suelo poner a cantar a grito pelado la canción que suena en mi iPod. Alguna virtud tengo, pero reconozco que cantar no es una de ellas. Y eso que de pequeño, como Almodóvar, era solista en el coro del colegio y cantaba el Ave María de Schubert con gran sentimiento y dedicación. Un día de éstos tengo que escribir sobre mi educación musical. Las hormonas me pasaron una mala jugada y el cambio de voz de la adolescencia me convirtió en un gallo afónico. La grandeza de los cascos del iPod es que consiguen que me crezca y cante con la potencia y afinación de Mónica Naranjo. O eso me parece a mí. Al principio los cincuentones y las chicas delgadísimas me miraban raro cuando me ponía a berrear "Somebody else's guy" o "Left to my own devices", pero en algún momento decidieron que era gracioso y ahora me dan por imposible y siguen a lo suyo, ya sea la cotización de Metrovacesa o el abductor mientras yo entono, en falsete prodigioso, lo de "Ah, ah, ah, ah, staying alive, staying alive". Sólo los nuevos abonados y recién llegados se sorprenden, pero no dicen nada al ver que nadie se extraña. Bueno, un día me puse el Monja Jamón de Almodóvar y MacNamara y no me corté al cantar mi estrofa favorita "¡Esto es una Monja! Travestí ¡Esto es un Jamón! Travestón ¡Esto es una Monja! Maricón". Recibí miradas de reprobación. De hecho, el simpático y parlanchín gordito calvete (el cincuentón que en realidad, según le vi teclear en la elíptica, para gran satisfacción de mi ego, tiene 38 años) dejó de contarme el rollo de su BMW durante el resto de la semana, pero a los pocos días volvió a hacerlo, habiéndose dado cuenta de que sé escuchar, o por lo menos lo parece, y la gente que escucha no abunda - ¿lo ves, querido lector? alguna virtud tengo.

Regreso al inicio. Hallábame yo sudando como una perra, montado en la elíptica en mi permanente y estéril lucha contra la lorza, cuando como una exhalación entró en la sala de cardio y musculación de mi gimnasio la más rutilante estrella de nuestro firmamento musical y catódico. Ganadora de OT. Cenicienta del pollo asado convertida en la Aretha Franklin de España. Gran esperanza blanca en Eurovisión que nos hizo vivir una celebración europea. Y adorada y admirada por todos, por su voz, su naturalidad, simpatía y candidez, por su éxito y su fracaso y por su espectacular transformación de obesa mórbida sin remedio a chica delgada y con tipazo. Lo digo como lo vi. Delgada, muy delgada y con un tipo envidiable. Como yo iba a lo mío, no presté demasiada importancia inicialmente a su presencia, que sin embargo causó un gran revuelo en la sala, pues nunca antes la habíamos visto. No oculto que mi primer pensamiento al darme cuenta de quién era fue para mi maltrecha cuenta corriente. No me puedo permitir un gimnasio tan caro. En estos tiempos de incertidumbre profesional que me amenazan (¡Qué pesadito estoy con este tema! Prometo intentar no insistir) me doy cuenta de que vivo muy por encima de mis posibilidades. Y no puede ser. Mi segundo pensamiento fue hacia todas las bolsas de patatas fritas que me he comido en mi vida y que nunca debieran haber encontrado el camino hacia mi aparato digestivo. Lo confieso, son muchas. Demasiadas. Las odié y me odié. "Necesito un cambio", me dije. Así que tras la media hora reglamentaria de elíptica, me fui a la zona de aparatos de musculación.

Encontrábame yo minutos más tarde dándole al pectoral, con cambio de banda sonora de fondo. Como todo el mundo sabe, la mejor música para acompañar el ejercicio pectoral (homo-obsesión donde las haya) es Britney Spears, así que me puse, a volumen adecuado, sus grandes éxitos. Que no sólo de kd Lang vive Breckinridge. Entre la máquina de pectorales y la pared de espejo está la barra alta para hacer dominadas. Y dominadas hacía la estrella pop, una tras otra, ante la mirada del guapo entrenador personal que no se sabía muy bien para qué estaba, porque ella se bastaba y sobraba solita. Fue entonces cuando pude mirarla, y admirarla. Hacía las dominadas como si nada y cuando acababa cada serie se marcaba unos estiramientos de brazos dignos de una profesional. Menudos brazos. Bien torneados, fuertes pero sin exceso de definición, femeninos. Es una mujer alta y de estructura fuerte, de eso no hay duda. Lo que kd Lang (¿creíais que os librabais? pues no) llamaría, con lascivia, "big boned girl". Mira, un bonito dúo podrían hacer las dos, se lo voy a proponer si es que la vuelvo a ver. Me fijé mucho: la tripa, lisa. Buen culo, ni mucho ni poco. Piernas delgadas y fuertes. Excelente estilismo, al menos el corte de pelo, perfecto por donde lo mires. Luego está el arreglo de los dientes, algo que ni el endocrino ni el gimnasio solucionan pero un buen dentista sí. Hombre, por sacarle algún defecto tengo que reconocer que marcaba "camel toe" –me da vergüenza escribirlo en castellano, por si alguien no sabe qué es he puesto un enlace-, pero eso es perdonable cuando se lleva ropa de deporte ajustada.

En fin, yo seguía con Britney y el pectoral y ella con las dominadas. Me fijé que a su derecha, frente a la pared de espejo, estaba una de las chicas delgadísimas, la más delgada de todas, la que más se trabaja el glúteo, la pierna y los tríceps, y me di cuenta de que, mancuernas en las manos, miraba, a través del espejo (del mismo modo que yo contemplaba toda la escena) a la estrella rutilante y a su nuevo cuerpo, conseguido con un esfuerzo brutal que todos reconocemos porque sabemos cómo era antes. Y la chica delgadísima la odiaba con todas sus ganas, el reojo de su mirada lo decía todo. Me resulta imposible saber por qué la odiaba, sobre todo porque no es posible odiar a una mujer que irradia tanta felicidad, simpatía y seguridad en sí misma. Pero quizá es por eso por lo que la odiaba, porque si bien nunca llegará a estar tan esquelética como ella, la chica delgadísima se daba cuenta de que el gimnasio y la dieta, aunque ayudan, no te dan ni felicidad, ni simpatía ni seguridad en ti mismo, ni harán que todo el mundo te admire, te respete y te quiera.

Justo cuando yo estaba terminando el pectoral y me marchaba a machacarme el abductor (algún día alguien me tendrá que explicar el significado de que disfrute tanto con el dolor de abductores, estoy totalmente enganchado), Britney y yo nos pusimos a cantar a grito pelado –al menos yo- eso tan lindo de "Oops! I did it again, I played with your heart and got lost in the game" y Rosa (porque de Rosa se trata) se dio la vuelta y me sonrió con cariño al escuchar mis berridos. Su sonrisa me decía: "Tú de niño has cantado muy bien". Me sentí halagado y reconocido y en mi humildad vocal le sonreí de vuelta con un leve sonrojo que se mezclaba a los chorros de sudor que caían por mi cara y empapaban mi camiseta verde oscura. Más tarde, en la ducha reparadora, caí en la cuenta de que a lo mejor su mirada dulce en realidad me estaba diciendo "Bonita, cierra el pico que cantas como el culo". Pero no me importó, pues pocas miradas de mujer me han derretido como lo hizo la suya. Fíjate, creo que sólo la supera Antonia dell'Atte. Porque una vez, hace un par de lustros, coincidí en una cena en Roma con Antonia dell'Atte. ¿Ah, que todavía no lo he contado?

viernes, 13 de junio de 2008

Primavera

Estos últimos días se ha producido un fenómeno poco habitual. A eso de las siete de la tarde se ha puesto a llover sobre Madrid (al menos en la zona donde trabajo) mientras seguía brillando el sol. Han sido chaparrones cortos, intensos, que han hecho que salga, aunque tenue, el arcoiris.

Creo que ya lo he escrito en estas páginas: me encanta la lluvia, sobre todo cuando cae en primavera o verano, cuando los árboles están cargados de hojas. Lo reconozco, es fácil que a uno le guste la lluvia cuando vive en Madrid, donde llueve más bien poco. Cuando viví en Londres tuve momentos de hartazgo de tanta nube, tanta lluvia, tanto gris, pero aquí me encanta. La plaza donde vivo, que como un imán atrae a mucha gente, se vacía con la lluvia y se transforma de nuevo en el lugar íntimo y recogido que tanto me atrajo y que me hizo querer vivir aquí.

Lo realmente bonito es comprobar que estamos teniendo -o quizá debiera decir que hemos tenido- una primavera de verdad. Con frío, calor, lluvia, sol y viento. Impredecible. Habíamos perdido la primavera en Madrid, pasábamos del frío al calor en un día, y llevamos dos años en que ha vuelto. No voy a ocultar que me encanta. Soy más de invierno que de verano, pero soy sobre todo de otoño y, ahora que vuelvo a saber qué es, me doy cuenta que soy de primavera. A pesar de que en este momento no me van especialmente bien las cosas, disfruto de los árboles cargados de hojas jóvenes, los parques y hasta los descampados cargados de flores silvestres, el chaparrón cálido que te pilla desprevenido, el arcoiris a la salida del trabajo. Quizá el cambio climático nos haya traído, al menos a Madrid, de nuevo la primavera.

Recuerdo que hace muchísimos años, cuando aún viajaba a lugares exóticos, viví una anécdota graciosa. Estaba en Borneo, en plena jungla. Teníamos que tomar un pequeño barco, tras nuestra marcha por la selva, para volver al poblado donde pernoctábamos. Diluviaba y lucía el sol a la vez y un arcoiris brillante destacaba sobre las nubes oscuras. Una mujer menuda, vestida con ropa modesta, llena de color y de dignidad, discutía con el patrón, por llamarle algo, del barquito, que paró el motor. Otro pasajero, que hablaba inglés, nos contó que la mujer se negaba a seguir el viaje porque no quería pasar por debajo del arcoiris. Al parecer, decía, su marido pasó una vez bajo un arcoiris y desde entonces sufría unas migrañas tremendas. Se negaba a sufrir la misma suerte. Tuvimos que esperar. Acabamos calados hasta los huesos pero luego escampó, salió el sol y llegamos sequitos. A mí me gustó tanto la historia de aquella mujer que decidí creer que se puede pasar bajo un arcoiris, que no es sólo una ilusión óptica, sino una puerta a otra dimensión en la que a unos les dolerá la cabeza y a otros, más optimistas, se nos abrirán nuevas posibilidades.

domingo, 8 de junio de 2008

k.d.lang - Shadow And The Frame

Esta canción me tiene totalmente enganchado.

martes, 3 de junio de 2008

Perfiles fantasmas

Como estoy algo postrado por una gripe muy inoportuna, he encontrado tiempo para ampliar mi perfil de bloguero, es decir el de Breckinridge. Ahora lo releo y me doy cuenta de lo ridículamente incompleto que es, aunque tiene la ventaja y la virtud, eso sí, de haber sido espontáneo, y por lo tanto honesto, pues lo escribí de un tirón.

Es curioso. Los perfiles son más importantes de lo que uno cree, yo al menos me leo y releo los de los blogueros que me gustan, buscando puntos de encuentro, gustos comunes o (lo que más placer me da) horrores varios (jejeje). Lógicamente, uno es sufientemente maduro (léase mayor) como para no darle demasiada importancia a estas cosas, pero hay que dar suficientes detalles para que los lectores se den cuenta de cómo es uno. Al menos un poquito.

He incluido, sorprendentemente, muy poco cine musical entre mis películas favoritas y he olvidado por completo "Phantom of The Paradise", de Brian de Palma, una de cuyas canciones, Old Souls, interpretada por Jessica Harper, he colgado al inicio de este post. La película es una joya, otra más, de los años 70. Sexo, drogas, ropa fea, música ruidosa, plataformas, pelucas, maquillajes imposibles. La recomiendo a todo el que no la haya visto aún, en YouTube están casi todas las canciones.

Claro está, que no todos tenemos los mismos gustos. He mandado un enlace al clip al Facebook de una muy querida amiga y la canción le ha deprimido muchísimo. No puedo usar como excusa que sea un alma sensible (que lo es) o que aún no haya cumplido 30 años, sino mi torpeza de intentar extrapolar mis gustos.

Por eso lo cuelgo aquí, para que quienes lo leais juzguéis si Jessica Harper os parece tan maravillosa como me lo parece a mí, si su voz también os recuerda a la de Karen Carpenter, si su vestido es o no puro Yves Saint Laurent. Bueno, esto último me lo he sacado de la manga. El vestido no parece de Saint Laurent, pero estos días toca rendir homenaje.


p.s. He tenido que corregir el post. Había escrito "Jessica Parker" en vez de "Harper". En qué estaría pensando.