Buenos días.
No hay luz más bonita que la de las tardes del final del verano. Estos días, Madrid se vuelve naranja al caer el sol y se crea un ambiente entre surreal y psicodélico en el que da la impresión que puede ocurrir cualquier cosa. Ésta siempre ha sido mi época favorita del año, quizá porque la asocio a la vuelta al colegio. A mí me encantaba ir al colegio, nunca pude entender, ni puedo, a esos niños que prefieren quedarse en casa. A pesar de no estar abonado a la nostalgia, mis momentos más proustianos los tengo al oler libros o cuadernos nuevos.
Siempre me ha parecido que el año termina y empieza en este momento. La lluvia de esta mañana me demuestra que estamos al final del verano. Y como todo final, es el inicio de algo nuevo. Por alguna extraña razón para mí es el otoño, y no la primavera, la estación que marca el renacer. Será esa luz anaranjada y horizontal, la que se aprecia mejor que en ningún otro sitio en el merendero de las Vistillas. Aunque quizá sea más bonita la luz del amanecer invernal sobre el Báltico, tan blanca, tan frágil. Tan distinta.
Ludvík Vacátko y Los Caballos
Hace 1 semana
2 comentarios:
Una punta, un punto
Una gota goteando
Una cuenta, un cuento
Es un pez, es un gesto
Es la plata brillando
Es luz de la mañana, un ladrillo llegando
Es la leña, es el día, es el fin de la huella
La botella de ron, reventón caminero
El proyecto de casa, es el cuerpo en la cama
Es el coche atascado, es el barro, es el barro
Es un paso, un puente
Es un sapo, una rana
Es un resto de campo en la luz de la mañana
Son las aguas de marzo cerrando el verano
Es la promesa de vida en tu corazón.
(aquí sería más bien "aguas de septiembre"...)
Muchas gracias por tu comentario, telecine, es el primero de mi blog, y así quedará siempre grabado. Espero que te gusten las próximas entradas. Alguna habrá sobre Jobim.
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