domingo, 31 de agosto de 2008

Fernando

Nunca fui un fan acérrimo de ABBA. Mucho presumir, hablar y escribir sobre los años 70, sobre todo su parte final, pero no puedo decir que los suecos estuviesen en mi panteón de artistas preferidos. Es posible que los considerase demasiado amables, demasiado fáciles, demasiado suecos. Y mira que es raro, porque con las letras tan insustanciales que tienen deberían haberme gustado a rabiar. Nunca compré un disco suyo hasta mucho más tarde.

Por fin he visto Mamma Mia!, la película, que me ha gustado mucho. No había visto el musical y no tenía ni idea sobre la trama, por lo que todo ha sido novedoso. Da la impresión de que se lo pasaron de maravilla filmando. Sobre todo Meryl Streep, que está desatada. Lo curioso es que, por mucho que no fuese fan de ABBA en su momento, no hay duda de que sus canciones marcan el hilo musical de toda una década. No creo que ningún otro grupo o artista, salvo los Beatles, haya conseguido lo mismo. Quizá mis renuencias en su época derivaban de la canción Fernando (que es como me llamo), que en su momento me ponía muy nervioso.



He respirado con alivio al ver que la canción no sale en la película. Reconozco que me gusta que sea Anni-Frid, mi ABBA favorita, la cantante principal de la canción en vez de la cursi de Agnetha (me van a caer palos por esto, lo veo venir), pero lo veo todo demasiado blandurri. No sé.

Hace ya bastantes años me fui una semana de vacaciones, solo, a Chipre. Eran momentos muy turbulentos en Oriente Medio y por ello conseguí por dos duros una habitación en un hotel de mega lujo en Limassol. El lío de Oriente Medio era tan gordo que en el hotel estábamos solos un matrimonio británico con dos niños, una pareja escandinava mayor y servidor, y aunque, además de diez piscinas y playa privada, había como ocho restaurantes, sólo abrían uno al día. Yo por las mañana me iba en mi cochecito de alquiler a explorar la isla o a la playa y por la noche regresaba al hotel y cenaba en el restaurante que tocara. Ayer, italiano; hoy griego; mañana, francés. Recuerdo que leí muchísimo esos días.

Una de las pocas cosas que no variaba en el hotel era el pianista, que amenizaba la sala de desayuno por la mañana, la piscina durante el día, el bar por la tarde y el restaurante de turno por la noche. Tenía un aire a Lee Curreri, el actor que interpretaba al pianista Bruno Martelli en Fama (película y serie), pero algo más gordo. Pelo largo y pseudo-afro. Camisa bien abierta enseñando pecho peludo. Pantalón demasiado ceñido. Tocaba canciones predecibles en versión vestíbulo de hotel, haciendo gorgoritos con su voz melodiosa (recuerdo mucho falsete a lo New Trolls).

El penúltimo día llegué pronto al restaurante, pero ahí estaban ya los demás huéspedes del hotel, esperando a que les sirviesen el rancho de turno (no había mucho donde elegir). Apareció al cabo de un rato el pianista, pero dudó y en vez de ir directo hacia su instrumento se acercó y me preguntó si se podía sentar a mi mesa. Le dije que sí, por supuesto, y me preguntó que de dónde era, que si era aristócrata (lo que me faltaba), que si no me parecía que el hotel era un horror, que él me podía enseñar Chipre como es debido, que en el mismo Limassol había unos sitios estupendos. Decliné amablemente pero él siguió a la carga. Se dio por vencido al cabo de un rato y me preguntó mi nombre. Error: se lo dije. Se vuelve hacia el piano, se sienta, entorna los ojos, me mira con embeleso y, para delicia de británicos y escandinavos (que sin yo darme cuenta estaban pasando el mejor rato de sus vacaciones), empieza a cantar, echando la cabecita y la pelambre hacia atrás: “Can you hear the drums, Fernando?”.

No es fácil cortarme. Doy fe que lo consiguió. Los niños británicos se revolcaban por el suelo de la risa. El chipriota, desmelenado, cantando a pleno pulmón, dedicándome su vida entera. Momento clave: se para, me mira y, “a capella”, sin acompañamiento de piano, dice “When we’re old and grey, Fernando”.

En fin, lo dejo aquí. Todavía hoy me pregunto qué habría sido de mi vida si lo hubiese dejado todo por un pianista chipriota que me idolatraba de tal manera. Probablemente estaría en Limassol fregando platos y molido a palos. Bueno, al menos no me importaría engordar, eso seguro. Pero estoy casi mejor como estoy.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Autoentrevista (2)

- ¿Por qué ha titulado el blog "Ché Guevara and Debussy"?
- Tal como figura en el encabezamiento, es una cita de "Left to my own devices", una canción de los Pet Shop Boys, un grupo que me encanta. Aunque encuentro que el Ché Guevara es un personaje interesante, no soy un nostálgico de sus ideas, que a la larga, mal aplicadas, han hecho mucho daño (véanse Cuba o la Venezuela de hoy); Debussy escribió música preciosa, pero tampoco está entre mis compositores favoritos. Lo que me atrae de la canción es que capta un "zeitgeist" interesante con el que me identifico, además de ser una auténtica exageración de arreglos –tiene una orquestación sinfónica fascinante por encima de los sintetizadores. La letra es muy urbana y divertida: un chico cuenta a qué se dedica a lo largo de un día, poco más que perder el tiempo de un modo espléndido. En un momento de la canción comenta que tuvo que elegir a una edad difícil si dedicarse a escribir libros o a ser actor (algo que todos los británicos con una cierta educación se han planteado) pero sus planes se fueron abajo al escuchar "pisadas lejanas: Che Guevara y Debussy a un ritmo disco". La cita no tiene ni pies ni cabeza, pero me encanta la imagen y la mezcla de referencias. Soy consciente de que esa mezcla de lo culto y lo popular, lo alto y lo bajo, es algo muy postmoderno y probablemente caduco, pero soy hijo de los años 80, no puedo evitarlo. Me reconozco en ese mejunje de alto y bajo, de barato y caro, de filosofía clásica y consultorio del Pronto. Y es esa mezcla, que creo que me sale naturalmente, la que intento reflejar aquí.
- No estoy seguro de comprenderlo bien… Y el seudónimo Breckinridge, ¿a qué obedece?
- La explicación en este caso es más sencilla. El nombre está tomado prestado de una novela de Gore Vidal, Myra Breckinridge, que es una transexual con trastorno bipolar y sed de venganza en el Hollywood de los años 60, cuando ya había acabado la era dorada del celuloide y empezaba a reinar la TV. Me fascina la transexualidad, la fluidez de la sexualidad, el fin de los roles, el hermafroditismo, hoy soy mujer, mañana hombre, pasado ya veremos. Uno de los grandes problemas a que nos enfrentamos es que la medicina y la cirugía permiten avances que la moral más extendida condena. El problema, en realidad, es precisamente esa moral y el deseo de tantos de imponerla a todos. Por cierto, antes de que me lo pregunte, le diré que Gore Vidal es la persona al lado de quien más me gustaría estar sentado en una cena. Al pobre no parece que le quede mucha cuerda, pero su vida, reflejada en dos autobiografías apasionantes, es todo un monumento. Eso sí, con la excepción de Antonia dell'Ate, de quien hablaré en su momento, la mejor compañera de mesa que he tenido nunca es Carla Antonelli, hace bien poco. Qué mujer.
- ¿Se haría Usted transexual?
- Estoy un poco mayor ya para eso. Y no, no me cambiaría el sexo, me gusta ser hombre y además me asusta bastante cualquier cirugía. Pero luchar contra la asignación sexual que nos ha sido dada me parece algo encomiable. Y no me estoy refiriendo a la excusa de que "soy una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre". Me parece muy que quien se sienta así ponga fin a la situación. Yo defiendo también a quien quiera cambiarse de sexo porque sí, porque quiere, porque le da la gana.
- Y que lo pague la Seguridad Social
- Total. Es que toda la medicina debería ser pública, como en Finlandia.
- Eso mismo que dice sobre los transexuales se puede aplicar a los homosexuales, ¿Usted cree que el maricón nace o se hace?
- Iba a estar yo aquí si tuviese respuesta a esa pregunta… Yo creo que las dos cosas, la verdad. Hay sin duda una predisposición innata, pero ésa es posible que la tengamos todos. No quiero ponerme freudiano, pero me creo eso de que todos somos potencialmente bisexuales, no creo que haya una orientación sexual definitiva asignada de modo innato en nuestro código genético. Lo que sí es claramente innato es la capacidad del ser humano para discriminar. Anda que no hay voces en la actualidad que dicen que hay que respetar a los homosexuales que han nacido así pero no a los que eligen serlo. La iglesia católica va a ir por ese camino, vivir para ver. Es aberrante y peligrosísimo, eugenesia en estado puro. En realidad me gusta pensar que yo soy homosexual porque así lo he elegido. Aunque quizá sea mejor pensar como el propio Gore Vidal, que dice que no hay personas homosexuales sino actos homosexuales.
- Se reconoce Usted homosexual pero no gay…
- Eso es algo que dijo un amigo mío. Es cierto que da la impresión de que ser gay supone algo más que sentirte atraído por personas de tu mismo sexo. Supuestamente conlleva un cierto modo de vida, más o menos exclusivamente rodeado de otros homosexuales, con una propensión a salir de noche, gastar mucho dinero en trapos, tomar drogas de diseño, estar permanentemente en celo y visitar diariamente el gimnasio. La verdad, es un tipo de vida formidable (salvo por lo de la drogas, es algo que no soporto) pero me temo que no me sale ser así. No tengo muchos amigos en el mundo gay y tampoco encajo mucho en el mismo, lo encuentro demasiado cerrado y "guetoizado". Me gasto mucho en ropa (desde luego más de lo que debiera) y leo revistas de moda, pero no llevo lo que la revista Zero me dice que tengo que llevar. No tengo ni edad ni cuerpo para ello, por otra parte. Mi problema en todo caso no es tanto con el supuesto modo de vida gay sino con el modo de vida que se impone en el siglo XXI: un modo de vida infantilizado, con hombres hechos y derechos vestidos como niños de 6 años y parejas de mediana edad haciendo botellón como si tuviesen 20 años. Lo peor es que no es algo espontáneo, viene dictado por todo tipo de campañas publicitarias. Pero no sigo, que no me quiero poner en plan abuelo cebolleta.
- Y su rechazo a las drogas, ¿a qué obedece?
- A que vi morir de sobredosis de heroína con 18 años a un amigo del colegio. Poco más de un año antes se había fumado su primer "porrito inocente". Parecido a lo que cuenta Prince en "Sign o' the times", una canción sobrecogedora.
- Pero alguna droga habrá probado…
- No, nunca, nada. No me hace falta escaparme de la realidad, acepto la vida como viene.
- ¿Ni siquiera un porro, o poppers?
- Ni siquiera. Y evito tomar medicamentos todo lo que puedo. Sólo tomo alcohol, que es lo que me hace alcanzar al punto que me pueda apetecer en un momento determinado. Pero lo metabolizo muy mal, así que tampoco abuso mucho. Prácticamente sólo bebo vino.
- Suena Usted muy aburrido
- No se puede imaginar hasta qué punto lo soy. Me cuesta encajar, lo reconozco, ya he escrito sobre ello en el blog. Para algunas cosas soy un poco antiguo, para otras, demasiado avanzado. Como decía, no parezco tener encaje en el mundo gay, pero tampoco en otros entornos o ambientes, digamos de tipo heterosexual. Afortunadamente tengo buenos amigos, una familia estupenda y, sobre todo, alguien con quien compartirlo todo.

lunes, 25 de agosto de 2008

I say to Thee, Respectfully

Sigo dándole vueltas a los primeros años 80. Intento escribir algo coherente y estructurado al respecto y no me sale nada.

Cumplí 15 años a finales de 1979, el año de mi primer verano en libertad, que pasé en Estados Unidos. Para mí, la década de los 80, en que me desarrollé como persona, fue un período marcado por el miedo. Miedo a no ser como querían que fuese; miedo al sida; miedo no saber sacarme suficiente partido; miedo a no encajar; miedo a ser como no querían que fuese; miedo a no saber disfrutar de mis años mozos. Todos esos miedos, por otra parte, eran interiores, porque por fuera yo seguía bailando como si estuviese en 1979, el año en que la música disco llegó a su zénit y, por lo tanto, entró en decadencia. Los muy primeros 80, cuando aún no había llegado (o no se conocía) el sida, tienen un espíritu extraño, mezcla de euforia, sensación de fin de una época y crisis económica gravísima. Esa mezcla se ve reflejada en la música: por un lado el post-punk empieza a producir música rock y pop digerible, pero por otro el disco se vuelve común en todos los hogares, como atestiguan películas familiares deliciosas como "Can't Stop the Music" y "Xanadu" (sí, Mr. coxis, también soy fans). Y las grandes estrellas hacen sus pinitos con el sonido del momento:



Diana Ross, diva entre divas, tuvo el buen gusto de encargar a la factoría Chic la que quizá sea la mejor canción compuesta por Nile Rogers y Bernard Edwards, "Upside Down". Pido mucha atención para el clip, porque aunque no lo parezca es una actuación en directo. Y si digo que no lo parece es porque el sonido es sencillamente perfecto, y ese sonido no es fácil de conseguir. La grabación es del año 81, Diana Ross ya no era una niña y Michael Jackson, que todavía era negro y guapo, aún no había publicado "Thriller" pero ya era una mega estrella. El culo de la Ross, que perrea como gata en celo al final de la actuación, es un monumento casi inigualable (ya he hablado antes de los glúteos de la monitora de spinning de mi ex-gimnasio, así que no sigo). Y la letra, ¡ay la letra!

domingo, 24 de agosto de 2008

Autoentrevista

Me paso el día leyendo entrevistas a todo tipo de personas, generalmente mediocres. A mí nadie me ha entrevistado nunca y también soy un mediocre, así que he decidido hacerme una "autoentrevista" y publicarla en mi propio blog. Soy plenamente consciente de la vanidad que, por una parte, ello supone y, por otra, de que no es un formato nuevo. Muchas personas famosas se han autoentrevistado, y Proust inventó su famoso "cuestionario" con una serie de preguntas que cualquiera puede contestar. Como nadie me pregunta nada, lo hago yo a mí mismo. Por supuesto, se admiten más preguntas. Y como ha quedado muy larga, la publicaré en varias entregas.


- ¿A qué se dedica Usted?
- Vaya, creía que no habría preguntas personales. En este momento me encuentro entre trabajos. Durante los últimos tres años he pertenecido a un pequeño equipo de personas comprometidas con la promoción de los derechos humanos en el mundo. Han sido unos años excelentes, pero era hora de cambiar de aires. En septiembre empiezo un nuevo trabajo, en el mismo campo, quizá con algo menos de autonomía pero probablemente otras ventajas.
- Da la impresión de que viaja mucho.
- Supongo que viajo más de la media, y eso que ahora todo el mundo puede viajar a todas partes, pero no se crea que es algo que me llene de alegría. Me dan mucho miedo los despegues de los aviones y siempre me engañan los taxistas, allá donde voy. Otra pega es que siempre me paran los agentes de seguridad de los aeropuertos, debo encajar con algún perfil policial de terrorista o traficante.
- Yo creo que es por la barba.
- Eso me dicen, pero lo dudo porque también me paran cuando voy afeitado. Yo creo que es porque doy los buenos días a todo el mundo y eso ya lo hace a uno sospechoso de algo. No sé de qué, pero de algo. La buena educación cierra muchas puertas.
- ¿Usted cree?
- No es que lo crea, estoy convencido. Vaya a un bar y pida una caña por favor. Ni caso. Hágalo a gritos y ya verá qué poco tardan. En esto, como en tantas otras cosas, soy bastante antiguo, llevo muy mal la mala educación.
- ¿Cuáles son sus hobbies?
- Pues la verdad es que no tengo ningún hobby. No dedico el tiempo libre a hacer punto de cruz, tallar figuritas de madera o hacer modelos de aviones de guerra. Mi principal dedicación en mis ratos de ocio es hacer planes. Planes de viajes, de futuro, de comidas, de rediseño urbano, de un gobierno mundial o de cómo acabar con la estupidez en el mundo. Me paso la vida haciendo planes imaginarios que, por supuesto, luego no se cumplen. Si lo hacen es peor, nunca llega la realidad a lo que uno había imaginado. Las cosas que más me gusta hacer son comer, leer y amar. No necesariamente por ese orden de preferencia.
- ¿No considera que escribir este blog es un hobby?
- No. Escribir el blog es una dedicación casi profesional y un poco obsesiva. El lector bloguero me comprenderá, seguro.
- ¿En qué lugar le gustaría vivir?
- No tengo una respuesta absoluta para esa pregunta, hace dos años habría dado una respuesta distinta a la que voy a dar ahora y si me pregunta dentro de dos años contestaré sin duda algo diferente. Estoy contento en Madrid. Había vivido fuera durante bastantes años seguidos y me había pasado ese tiempo odiando profundamente la ciudad, donde nací y crecí, pero después de mi retorno y tras unos meses de readaptación me di cuenta de que se está bien. Ya llevo más de tres años, y si no fuese por el ruido, los grafiteros y la reducción constante del espacio público, diría que es un lugar muy recomendable. Desde luego viviría en una ciudad. Me encanta el campo pero en pequeñas dosis. Por cierto, hace dos años habría dicho Oxford.
- Esta autoentrevista se está realizando en plena campiña inglesa y se le ve muy relajado.
- Es que lo estoy. Llevo tres días seguidos durmiendo bien, que ya es mucho para mí. Pero en el campo en seguida me falta el ruido y el jaleo de la ciudad. Soy tan urbano como una rata o una cucaracha. Eso sí, creo que podría acostumbrarme a vivir en el campo o en un pueblo remoto, pero en zonas suburbanas jamás. Ya lo he hecho y no repetiré.

sábado, 23 de agosto de 2008

Ay... Astrud

En muchas ocasiones he dejado dicho en este blog que, como le ocure imagino a todo el mundo, es imposible disociar canciones de lugares, situaciones, momentos o personas. Cada vez que pongo los pies en Manhattan empieza a sonar en mi cabeza esta canción, Samba de Verano, tan banal como deliciosa. Pertenece a una época de optimismo y esperanza en el futuro, los primeros 60, cuando la realidad de la guerra fría y de la guerra de Vietnam aún no había calado en las conciencias occidentales. La bossa nova tiene ese poder, el de hacerte ver la vida con optimismo, hacerte creer que la felicidad existe, que en el futuro está el progreso y la mejora de nuestras vidas. Y que en las playas de Rio de Janeiro está todo lo que uno (o una) pueda necesitar para ser feliz.



Astrud Gilberto interpreta la canción, en versión en italiano ("Dammi un'idea") y sin el fabuloso solo de órgano de Walter Wanderley, en el festival de San Remo de 1967. Por cierto, vaya joya de producción, el plano largo inicial en el que se coloca el escenario es sencillamente espléndido. Qué poca voz tenía (tiene) Astrud Gilberto y sin embargo qué bien la utiliza. Hay que reconocer que los brasileños, sean del color o del sexo que sean, supuran sensualidad por todos los poros. Aunque, como a Astrud, los vistan de monja. Eso sí, menudo pelo. Uno de los comentarios que ha dejado un usuario de YouTube escribe "Ojalá las mujeres aún se peinasen así", y no le falta razón. Vi actuar a Astrud Gilberto en 1985, en un colegio mayor de Madrid. Era otra época, habían pasado 20 años y no estaba la inocencia, al menos aparente, de la veinteañera del clip, ni el pelo con diadema, ni la ropa de monja, sustituida por mucho negro ochentero apretado al cuerpo, ya más recio. Pero la sensualidad seguía ahí, intacta. Seguro que continúa hoy, otros 20 años largos después.

Hay otros Astrud, que también me gustan mucho, pero los dejo para un próximo post. Ya he regresado, a Madrid y a este blog, de mi periplo vacacional.

lunes, 4 de agosto de 2008

Cumpleaños


Hace exactamente un año, el 4 de agosto de 2007, creé este blog y envié mi primer post sobre las cosas que me gustan y las que no. A lo largo de este año he tenido altos y bajos, momentos en que decidí dejar de escribir porque no sabía muy bien qué decir y también momentos de exceso de celo bloguero. Debo reconocer que lo que más me gusta es que me permite salirme de mi mundo habitual, que es muy serio y aburrido, y dar rienda suelta a cualquier tontería que se mu pueda ocurrir. Me sorprende lo mucho que he escrito y me sorprende sobre todo la enorme cantidad de mí mismo que he metido. Es posible que haya que conocerme muy bien para darse cuenta, pero entre líneas están escritas muchas de las cosas que, según creo, me definen.

He acabado escribiendo mucho sobre música, casi nada sobre arquitectura, bastante poco sobre perros, menos de lo que planeaba sobre cine y un montón sobre ciudades. Escribí mi primer post desde Dublín, donde llovía a mares. Escribo éste desde Madrid, con un sol abrasador y algo así como 40 grados a la sombra. Lo más sorprendente para mí ha sido encontrar lectores, además fieles, que parecen disfrutar leyendo lo que escribo. Así que mil gracias a los Sres. Coxis, Polo, AcidqueenDJ, Homo-Sapiensis, Pe Jota, El otro amante (que espero que regrese al ciberespacio pronto), entre otros, por tanta asiduidad. Seguiré escribiendo y espero seguir entreteniendo.

Y eso que estoy en un momento raro, se ha acabado una etapa profesional y empieza otra arriesgada y extraña, a la que intentaré sacar el mayor partido posible. Aún no me ha dado tiempo a digerir el cambio, que se materializará en septiembre. Hasta entonces me desplazo a la pérfida Albión, esta vez de vacaciones, a ver si me refresco un poco. Me llevo el ordenador. Y dejo unas alcahofas, lo que más me gusta.