Dedicado a Joel Derfner
Hallábame yo sudando como una perra, montado en la elíptica en mi permanente y estéril lucha contra la lorza. Yo no era el único que luchaba: desde mi iPod, Sylvester, Jocelyn Brown, Eartha Kitt y Sister Sledge también intentaban imponerse al insufrible Ibizamix 1994 que tronaba como música ambiente en el gimnasio. Mientras me desgañitaba al grito de "You make me feel mighty real", me afanaba en controlar todos los indicadores de la máquina infernal –tiempo transcurrido, vatios de potencia, velocidad, frecuencia cardiaca, nivel de esfuerzo y, sobre todo, calorías quemadas- y le echaba un vistazo, como cada tarde, al paisaje humano a mi alrededor. Curioso paisaje, mezcla casi por mitades de cincuentón con barriga que habla (sobre todo de fútbol y cotizaciones de bolsa) más que corre y de chicas delgadísimas con una predisposición innata hacia la tortura del glúteo propio. No falta algún musculoso con mal disimulados problemas capilares, muy macho él, por supuesto, aunque sospecho que el esfuerzo salvaje y el cincelado de abdominal que he notado en las últimas semanas apunta al deseo de una aparición descamisada en el Orgullo, con toda seguridad a bordo de la closet-carroza, eso sí. Como siempre, pululan los monitores, casi todos jóvenes, guapos, buenorros y descerebrados, siempre sumidos en un aburrimiento terminal, salvo la profesora de spinning y sus glúteos marmóreos, que siempre va con la sonrisa profesional puesta (¿Se puede uno operar la sonrisa para hacerla permanente? Viendo a esta impresionante mujer me lo pregunto). Más allá, corriendo en la cinta, está el policía joven y guapo, que antes venía con su amante, el policía mayor, pero ahora viene solo; un día, hará un año o así, me sonrieron en el camino a las duchas…. ¿Habrán roto? (Stanwyck, fiel lectora, sabes de quien hablo, seguro que lo recuerdas, me refiero a ése que yo siempre digo que nunca presentaría a mi santo esposo porque de hacerlo me quedaría más solo que la una en un nanosegundo). Bueno, tengo que reconocer que lo de que es policía es pura imaginación calenturienta, como lo del amante mayor, que a lo mejor es su padre. Pero lanzar la imaginación al vuelo le permite a uno no desesperarse viendo como el tiempo pasa lentamente y en proporción inversa al aumento del cansancio mientras el gasto de calorías no sube lo que uno desearía y sin embargo la frecuencia cardiaca se dispara. Cosas de la cuarentena. O de los malos genes. Eso, mejor echarle la culpa a los genes.
He olvidado comentar un detalle de mi relato gimnástico que tiene importancia de cara al desenlace (por si no te habías dado cuenta, querido lector, te estoy narrando una historia verídica acaecida hace pocos días). Tengo un hábito encantador, que a todo el mundo enamora. Cuando me hallo en pleno esfuerzo me suelo poner a cantar a grito pelado la canción que suena en mi iPod. Alguna virtud tengo, pero reconozco que cantar no es una de ellas. Y eso que de pequeño, como Almodóvar, era solista en el coro del colegio y cantaba el Ave María de Schubert con gran sentimiento y dedicación. Un día de éstos tengo que escribir sobre mi educación musical. Las hormonas me pasaron una mala jugada y el cambio de voz de la adolescencia me convirtió en un gallo afónico. La grandeza de los cascos del iPod es que consiguen que me crezca y cante con la potencia y afinación de Mónica Naranjo. O eso me parece a mí. Al principio los cincuentones y las chicas delgadísimas me miraban raro cuando me ponía a berrear "Somebody else's guy" o "Left to my own devices", pero en algún momento decidieron que era gracioso y ahora me dan por imposible y siguen a lo suyo, ya sea la cotización de Metrovacesa o el abductor mientras yo entono, en falsete prodigioso, lo de "Ah, ah, ah, ah, staying alive, staying alive". Sólo los nuevos abonados y recién llegados se sorprenden, pero no dicen nada al ver que nadie se extraña. Bueno, un día me puse el Monja Jamón de Almodóvar y MacNamara y no me corté al cantar mi estrofa favorita "¡Esto es una Monja! Travestí ¡Esto es un Jamón! Travestón ¡Esto es una Monja! Maricón". Recibí miradas de reprobación. De hecho, el simpático y parlanchín gordito calvete (el cincuentón que en realidad, según le vi teclear en la elíptica, para gran satisfacción de mi ego, tiene 38 años) dejó de contarme el rollo de su BMW durante el resto de la semana, pero a los pocos días volvió a hacerlo, habiéndose dado cuenta de que sé escuchar, o por lo menos lo parece, y la gente que escucha no abunda - ¿lo ves, querido lector? alguna virtud tengo.
Regreso al inicio. Hallábame yo sudando como una perra, montado en la elíptica en mi permanente y estéril lucha contra la lorza, cuando como una exhalación entró en la sala de cardio y musculación de mi gimnasio la más rutilante estrella de nuestro firmamento musical y catódico. Ganadora de OT. Cenicienta del pollo asado convertida en la Aretha Franklin de España. Gran esperanza blanca en Eurovisión que nos hizo vivir una celebración europea. Y adorada y admirada por todos, por su voz, su naturalidad, simpatía y candidez, por su éxito y su fracaso y por su espectacular transformación de obesa mórbida sin remedio a chica delgada y con tipazo. Lo digo como lo vi. Delgada, muy delgada y con un tipo envidiable. Como yo iba a lo mío, no presté demasiada importancia inicialmente a su presencia, que sin embargo causó un gran revuelo en la sala, pues nunca antes la habíamos visto. No oculto que mi primer pensamiento al darme cuenta de quién era fue para mi maltrecha cuenta corriente. No me puedo permitir un gimnasio tan caro. En estos tiempos de incertidumbre profesional que me amenazan (¡Qué pesadito estoy con este tema! Prometo intentar no insistir) me doy cuenta de que vivo muy por encima de mis posibilidades. Y no puede ser. Mi segundo pensamiento fue hacia todas las bolsas de patatas fritas que me he comido en mi vida y que nunca debieran haber encontrado el camino hacia mi aparato digestivo. Lo confieso, son muchas. Demasiadas. Las odié y me odié. "Necesito un cambio", me dije. Así que tras la media hora reglamentaria de elíptica, me fui a la zona de aparatos de musculación.
Encontrábame yo minutos más tarde dándole al pectoral, con cambio de banda sonora de fondo. Como todo el mundo sabe, la mejor música para acompañar el ejercicio pectoral (homo-obsesión donde las haya) es Britney Spears, así que me puse, a volumen adecuado, sus grandes éxitos. Que no sólo de kd Lang vive Breckinridge. Entre la máquina de pectorales y la pared de espejo está la barra alta para hacer dominadas. Y dominadas hacía la estrella pop, una tras otra, ante la mirada del guapo entrenador personal que no se sabía muy bien para qué estaba, porque ella se bastaba y sobraba solita. Fue entonces cuando pude mirarla, y admirarla. Hacía las dominadas como si nada y cuando acababa cada serie se marcaba unos estiramientos de brazos dignos de una profesional. Menudos brazos. Bien torneados, fuertes pero sin exceso de definición, femeninos. Es una mujer alta y de estructura fuerte, de eso no hay duda. Lo que kd Lang (¿creíais que os librabais? pues no) llamaría, con lascivia, "big boned girl". Mira, un bonito dúo podrían hacer las dos, se lo voy a proponer si es que la vuelvo a ver. Me fijé mucho: la tripa, lisa. Buen culo, ni mucho ni poco. Piernas delgadas y fuertes. Excelente estilismo, al menos el corte de pelo, perfecto por donde lo mires. Luego está el arreglo de los dientes, algo que ni el endocrino ni el gimnasio solucionan pero un buen dentista sí. Hombre, por sacarle algún defecto tengo que reconocer que marcaba "camel toe" –me da vergüenza escribirlo en castellano, por si alguien no sabe qué es he puesto un enlace-, pero eso es perdonable cuando se lleva ropa de deporte ajustada.
En fin, yo seguía con Britney y el pectoral y ella con las dominadas. Me fijé que a su derecha, frente a la pared de espejo, estaba una de las chicas delgadísimas, la más delgada de todas, la que más se trabaja el glúteo, la pierna y los tríceps, y me di cuenta de que, mancuernas en las manos, miraba, a través del espejo (del mismo modo que yo contemplaba toda la escena) a la estrella rutilante y a su nuevo cuerpo, conseguido con un esfuerzo brutal que todos reconocemos porque sabemos cómo era antes. Y la chica delgadísima la odiaba con todas sus ganas, el reojo de su mirada lo decía todo. Me resulta imposible saber por qué la odiaba, sobre todo porque no es posible odiar a una mujer que irradia tanta felicidad, simpatía y seguridad en sí misma. Pero quizá es por eso por lo que la odiaba, porque si bien nunca llegará a estar tan esquelética como ella, la chica delgadísima se daba cuenta de que el gimnasio y la dieta, aunque ayudan, no te dan ni felicidad, ni simpatía ni seguridad en ti mismo, ni harán que todo el mundo te admire, te respete y te quiera.
Justo cuando yo estaba terminando el pectoral y me marchaba a machacarme el abductor (algún día alguien me tendrá que explicar el significado de que disfrute tanto con el dolor de abductores, estoy totalmente enganchado), Britney y yo nos pusimos a cantar a grito pelado –al menos yo- eso tan lindo de "Oops! I did it again, I played with your heart and got lost in the game" y Rosa (porque de Rosa se trata) se dio la vuelta y me sonrió con cariño al escuchar mis berridos. Su sonrisa me decía: "Tú de niño has cantado muy bien". Me sentí halagado y reconocido y en mi humildad vocal le sonreí de vuelta con un leve sonrojo que se mezclaba a los chorros de sudor que caían por mi cara y empapaban mi camiseta verde oscura. Más tarde, en la ducha reparadora, caí en la cuenta de que a lo mejor su mirada dulce en realidad me estaba diciendo "Bonita, cierra el pico que cantas como el culo". Pero no me importó, pues pocas miradas de mujer me han derretido como lo hizo la suya. Fíjate, creo que sólo la supera Antonia dell'Atte. Porque una vez, hace un par de lustros, coincidí en una cena en Roma con Antonia dell'Atte. ¿Ah, que todavía no lo he contado?
He olvidado comentar un detalle de mi relato gimnástico que tiene importancia de cara al desenlace (por si no te habías dado cuenta, querido lector, te estoy narrando una historia verídica acaecida hace pocos días). Tengo un hábito encantador, que a todo el mundo enamora. Cuando me hallo en pleno esfuerzo me suelo poner a cantar a grito pelado la canción que suena en mi iPod. Alguna virtud tengo, pero reconozco que cantar no es una de ellas. Y eso que de pequeño, como Almodóvar, era solista en el coro del colegio y cantaba el Ave María de Schubert con gran sentimiento y dedicación. Un día de éstos tengo que escribir sobre mi educación musical. Las hormonas me pasaron una mala jugada y el cambio de voz de la adolescencia me convirtió en un gallo afónico. La grandeza de los cascos del iPod es que consiguen que me crezca y cante con la potencia y afinación de Mónica Naranjo. O eso me parece a mí. Al principio los cincuentones y las chicas delgadísimas me miraban raro cuando me ponía a berrear "Somebody else's guy" o "Left to my own devices", pero en algún momento decidieron que era gracioso y ahora me dan por imposible y siguen a lo suyo, ya sea la cotización de Metrovacesa o el abductor mientras yo entono, en falsete prodigioso, lo de "Ah, ah, ah, ah, staying alive, staying alive". Sólo los nuevos abonados y recién llegados se sorprenden, pero no dicen nada al ver que nadie se extraña. Bueno, un día me puse el Monja Jamón de Almodóvar y MacNamara y no me corté al cantar mi estrofa favorita "¡Esto es una Monja! Travestí ¡Esto es un Jamón! Travestón ¡Esto es una Monja! Maricón". Recibí miradas de reprobación. De hecho, el simpático y parlanchín gordito calvete (el cincuentón que en realidad, según le vi teclear en la elíptica, para gran satisfacción de mi ego, tiene 38 años) dejó de contarme el rollo de su BMW durante el resto de la semana, pero a los pocos días volvió a hacerlo, habiéndose dado cuenta de que sé escuchar, o por lo menos lo parece, y la gente que escucha no abunda - ¿lo ves, querido lector? alguna virtud tengo.
Regreso al inicio. Hallábame yo sudando como una perra, montado en la elíptica en mi permanente y estéril lucha contra la lorza, cuando como una exhalación entró en la sala de cardio y musculación de mi gimnasio la más rutilante estrella de nuestro firmamento musical y catódico. Ganadora de OT. Cenicienta del pollo asado convertida en la Aretha Franklin de España. Gran esperanza blanca en Eurovisión que nos hizo vivir una celebración europea. Y adorada y admirada por todos, por su voz, su naturalidad, simpatía y candidez, por su éxito y su fracaso y por su espectacular transformación de obesa mórbida sin remedio a chica delgada y con tipazo. Lo digo como lo vi. Delgada, muy delgada y con un tipo envidiable. Como yo iba a lo mío, no presté demasiada importancia inicialmente a su presencia, que sin embargo causó un gran revuelo en la sala, pues nunca antes la habíamos visto. No oculto que mi primer pensamiento al darme cuenta de quién era fue para mi maltrecha cuenta corriente. No me puedo permitir un gimnasio tan caro. En estos tiempos de incertidumbre profesional que me amenazan (¡Qué pesadito estoy con este tema! Prometo intentar no insistir) me doy cuenta de que vivo muy por encima de mis posibilidades. Y no puede ser. Mi segundo pensamiento fue hacia todas las bolsas de patatas fritas que me he comido en mi vida y que nunca debieran haber encontrado el camino hacia mi aparato digestivo. Lo confieso, son muchas. Demasiadas. Las odié y me odié. "Necesito un cambio", me dije. Así que tras la media hora reglamentaria de elíptica, me fui a la zona de aparatos de musculación.
Encontrábame yo minutos más tarde dándole al pectoral, con cambio de banda sonora de fondo. Como todo el mundo sabe, la mejor música para acompañar el ejercicio pectoral (homo-obsesión donde las haya) es Britney Spears, así que me puse, a volumen adecuado, sus grandes éxitos. Que no sólo de kd Lang vive Breckinridge. Entre la máquina de pectorales y la pared de espejo está la barra alta para hacer dominadas. Y dominadas hacía la estrella pop, una tras otra, ante la mirada del guapo entrenador personal que no se sabía muy bien para qué estaba, porque ella se bastaba y sobraba solita. Fue entonces cuando pude mirarla, y admirarla. Hacía las dominadas como si nada y cuando acababa cada serie se marcaba unos estiramientos de brazos dignos de una profesional. Menudos brazos. Bien torneados, fuertes pero sin exceso de definición, femeninos. Es una mujer alta y de estructura fuerte, de eso no hay duda. Lo que kd Lang (¿creíais que os librabais? pues no) llamaría, con lascivia, "big boned girl". Mira, un bonito dúo podrían hacer las dos, se lo voy a proponer si es que la vuelvo a ver. Me fijé mucho: la tripa, lisa. Buen culo, ni mucho ni poco. Piernas delgadas y fuertes. Excelente estilismo, al menos el corte de pelo, perfecto por donde lo mires. Luego está el arreglo de los dientes, algo que ni el endocrino ni el gimnasio solucionan pero un buen dentista sí. Hombre, por sacarle algún defecto tengo que reconocer que marcaba "camel toe" –me da vergüenza escribirlo en castellano, por si alguien no sabe qué es he puesto un enlace-, pero eso es perdonable cuando se lleva ropa de deporte ajustada.
En fin, yo seguía con Britney y el pectoral y ella con las dominadas. Me fijé que a su derecha, frente a la pared de espejo, estaba una de las chicas delgadísimas, la más delgada de todas, la que más se trabaja el glúteo, la pierna y los tríceps, y me di cuenta de que, mancuernas en las manos, miraba, a través del espejo (del mismo modo que yo contemplaba toda la escena) a la estrella rutilante y a su nuevo cuerpo, conseguido con un esfuerzo brutal que todos reconocemos porque sabemos cómo era antes. Y la chica delgadísima la odiaba con todas sus ganas, el reojo de su mirada lo decía todo. Me resulta imposible saber por qué la odiaba, sobre todo porque no es posible odiar a una mujer que irradia tanta felicidad, simpatía y seguridad en sí misma. Pero quizá es por eso por lo que la odiaba, porque si bien nunca llegará a estar tan esquelética como ella, la chica delgadísima se daba cuenta de que el gimnasio y la dieta, aunque ayudan, no te dan ni felicidad, ni simpatía ni seguridad en ti mismo, ni harán que todo el mundo te admire, te respete y te quiera.
Justo cuando yo estaba terminando el pectoral y me marchaba a machacarme el abductor (algún día alguien me tendrá que explicar el significado de que disfrute tanto con el dolor de abductores, estoy totalmente enganchado), Britney y yo nos pusimos a cantar a grito pelado –al menos yo- eso tan lindo de "Oops! I did it again, I played with your heart and got lost in the game" y Rosa (porque de Rosa se trata) se dio la vuelta y me sonrió con cariño al escuchar mis berridos. Su sonrisa me decía: "Tú de niño has cantado muy bien". Me sentí halagado y reconocido y en mi humildad vocal le sonreí de vuelta con un leve sonrojo que se mezclaba a los chorros de sudor que caían por mi cara y empapaban mi camiseta verde oscura. Más tarde, en la ducha reparadora, caí en la cuenta de que a lo mejor su mirada dulce en realidad me estaba diciendo "Bonita, cierra el pico que cantas como el culo". Pero no me importó, pues pocas miradas de mujer me han derretido como lo hizo la suya. Fíjate, creo que sólo la supera Antonia dell'Atte. Porque una vez, hace un par de lustros, coincidí en una cena en Roma con Antonia dell'Atte. ¿Ah, que todavía no lo he contado?
8 comentarios:
¡Qué entrada más divertida! Me has hecho sonreír, que es lo que la gente hace cuando escribe que se ríe, y soltar una carcajada, que es como eso de "ROTFLOL" (¿se seguirá usando esta abreviatura tan antigua?).
Recuerdo al poli jóven y a su amante, a las barrigas charlatanas -especialmente, en el baño turco-, las chicasdinámicas, los monitores aburridos y las calvas mal disimuladas en sus armarios.
¡En mala hora cambié de gimnasio!
Ánimo en la lucha contra la lorza rebelde. Tú la puedes.
Bonito y entretenido relato verídico el que nos presentas. Aparte del reconocido esfuerzo titánico de la ex-OT, destaco lo que más me ha gustado: la mirada de odio de la delgadísima, a la que al fin le llegó la iluminación y pensó que gimnasio y dieta no son garantías seguras para que te admiren, respeten y quieran. En este periodo de mi vida hablo con un individuo que solo admite a aquellos que midan 1,85 y que estén "suficientemente" delgados, eso es lo que para él significa ser normal y para el resto del mundo, ser una especie de girafo anoréxico. Cada vez lo entiendo menos todo. Saludos.
Jeje...Muy simpática y amena tu anecdota!, y aunque no he visto a Rosa en persona, creo que debe ser una persona carismática y simpática... Pues nada amigo, sigue celebrando la llegada del verano poniendote en forma!!... Un saludote
Gracias Stanwyck. Sabes lo muchísimo que te echo de menos, espero que este post te haya servido para ponerte al día de tu ex-gimnasio. Frecuento poco el baño turco últimamente...
Gracias Amante. Yo no llego a 1.85, ojalá, y me sobran kilos aunque vestido doy el pego. Pero hay que luchar contra el colesterol y otros males y, mira por dónde, uno acaba viendo cosas divertidas.
Gracias Homo Sapiensis. A estas alturas muy cachas no voy a conseguir ponerme, eso lo sé de sobra, pero tampoco es cuestión de dejarse, así que seguiré con la operación bikini. Mejor dicho, speedo.
Gracias a los tres por visitar y comentar!
Creo que es la entrada más petarda que he leído últimamente, jejejeje, en mi eso es un halago, para evitar malos entendidos.
Gracias Pe Jota por el comentario y el halago. Mi apariencia es la de un señor muy serio, pero tengo una petarda en el fondo del alma. Nunca tuve claro qué camino elegir, y al final elegí ambos.
Me he reido a mandíbula batiente. ¿Y lo de camel toe es lo que en mi pueblo se conoce como marcar hucha?
Efectivamente Manuel, es marcar hucha. Mil gracias por todos los comentarios.
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