domingo, 16 de diciembre de 2007

Estoy Bailando

Lo encontré. En versión italiana, pero sirve. Además en directo, con desincronización de la coreografía. Cuerpazos, tenían. Y los bailarines gogó no tienen desperdicio. Qué maravilla.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Ellas también necesitan amar (III)

Me doy cuenta al escribir y releer que las canciones van unidas a lugares y, resulta inevitable, a momentos importantes. La época más bonita de mi vida fue el largo proceso de enamoramiento, que empezó hace ahora casi con exactitud diez años, se desarrolló a distancia durante casi dos años y me hizo la persona que soy hoy, amante de la vida, a gusto en mi piel. Esta etapa está marcada por diversas joyas musicales: "Barbie Girl" de Aqua, "Sometimes" de Britney Spears, "I'll never fall in love again" –y todo el catálogo de Burt Bacharach- de Dionne Warwick (el vídeo que he encontrado es lo peor), "Diva", de Dana International (un espejismo en la mediocridad en que se ha convertido Eurovisión), "Frozen", de Madonna. Todas estas canciones me recuerdan a aquella etapa, tan llena de expectativas, de esperanza en el futuro, de anhelo de una vida en común repleta de felicidad. Todas esas expectativas se hicieron realidad.

Desde entonces he escuchado menos pop, rock y disco. De las estrellas actuales sólo me gustan Britney Spears, que si ya me encantaba cuando era "buena" me fascina ahora que es "mala", y Jamelia, chica guapísima de piernas casi tan largas como Silvie Vartan , que cantaba hace un par de años "Superstar". Aunque no sea un recién llegado a la música culta y a la ópera, antes no tenía divas, y ahora claro que las tengo. En mi panteón, además de la adorada Christine Schäfer de quien ya he hablado, tengo al dúo finlandés, Soile Isokoski y Karita Mattila, y entre las históricas a Elizabeth Schwarzkopf y Victoria de los Ángeles (tuve una etapa Renée Fleming, gran cantante, pero se me pasó, es una cursi). Todas son voces puras, limpias, sin afectación.

Pero a nadie tengo en mi cabeza como a Ana, la mitad de Ana y Johnny. Yo tendría unos once años cuando Ana y Johnny publicaron "Yo también necesito amar". Eran marido y mujer. Johnny, alto y muy guapo, con su media melena y su labio partido. Ana, pequeña, de ojos inmensos y look hippie pero conservador, del que mi madre veía con buenos ojos. Se cantaban el uno al otro, se miraban, se querían, se declaraban su amor. En la última estrofa de la canción, Johnny le dice "Mírame, no sientas vergüenza ya; acuéstate y disfruta tu libertad". Y la canción termina con Ana aullando, desgarrada, con esa voz inmensa, imposible de salir de un cuerpo tan menudo, desatando la represión retenida tanto tiempo, pidiéndole a Johnny que la tomase, la liberase del pudor y le mostrase su cielo confortador. Franco andaba muriéndose o recién muerto y se olía en el ambiente que todo iba a cambiar a mejor, a mucho mejor, como así fue. La primera vez que oí esa canción y, sobre todo, ese estribillo final, supe que había algo, que yo aún no comprendía, pero que reconocí en seguida que empezaba en el corazón, pasaba por el cerebro y se expresaba a través de la entrepierna. Supe que eso es lo que en realidad da sentido a nuestra existencia, lo que nos redime y nos ensalza, lo que nos hace humanos. A pesar de haberlo escuchado de labios de Ana y Johnny tardé, quizá más de la cuenta, en amar y, aún más, en ser amado y liberado del pudor. Pero no importa tardar si al final, como en la canción de Karina que empezaba este largo periplo musical, ves las cosas claras y se hacen realidad la fe y la ilusión de vivir. Y mi optimismo natural, al que estoy condenado desde que nací, cobró sentido, como lo hizo mi vida entera.

No quiero terminar sin contar que en mi iPod hay una joya, que es la canción a la que siempre vuelvo. En algún basurero encontré "Moon River", en la versión original que cantaba Audrey Hepburn en "Breakfast at Tiffany's". No me canso ni cansaré de escucharla como no me cansaré nunca de ver la película, que une Nueva York, el estilo optimista, moderno y elegante de los años 50, la realidad de la vida adulta. Tan melancólica, melodramática y llena de posibilidades a la vez. Tan bien retratada en la voz de tantas mujeres inolvidables.

Ellas también necesitan amar (II)

Los 80 son, musicalmente hablando, mi década más masculina. Como en esa época yo tocaba en un grupo pop (sí, todos tenemos un pasado inconfesable), hacía como que me gustaban The Police y Nacha Pop. En realidad luego en casa me ponía a Alaska y a Duran Duran, o volvía a Chic, que nunca me ha defraudado. Hay pocas chicas de los 80 que me gusten de verdad, pero eso no quita para que la canción más frecuentemente tocada en mi iPod sea "Voyage voyage" de Desireless, que amo y odio en igual medida. El vídeo es muy bueno, lo dirigió la fotógrafa francesa Bettina Rheims antes de hacerse archi-famosa. Es una canción que marca una etapa muy melancólica de mi vida, el año que pasé estudiando en París en el que me veía forzado a escuchar música pop francesa (no sé si hoy hay cuotas obligatorias de música francesa en la radio, pero entonces las había) que completaba con mis primeras incursiones en la música "culta" del siglo XX. De ahí viene mi pasión por "la noche transfigurada" de Arnold Schönberg, y ahí escuché por primera vez la suite "Lulu" de Alban Berg. La melancolía de aquel año parisino, del que tengo un recuerdo muy nublado, desembocó en depresión, en mi año final de universidad, en el que conocí la traición y la maldad humana llevada al extremo, algo contra lo que había estado protegido hasta entonces.

Algunas de las chicas que he mencionado al hablar de los 70 son en realidad de los primeros años 80. Además de ellas, mis chicas favoritas de los primeros 80 son las de B52's, sus peinados inolvidables y su "Love Shack" y Lio con su "Amoureux solitaires". Mi chica favorita del final de los 80 es Caron Wheeler, cantante del grupo Soul to Soul y "Keep on moving", la canción que entonces asombró y que hoy sabemos que marca todo el inicio del R&B moderno.

En los 80, entre nuevos románticos, pop y funky, eso sí, descubrí el jazz vocal clásico. En mi playlist de chicas no puede faltar Ella Fitzgerald. He incluido bastantes canciones suyas, pero ninguna me emociona como "Bewitched, bothered and bewildered" ("after one whole quarter brandy, like a daisy I'm awake"). Nadie ha tenido nunca un vibrato corto tan perfecto o una dicción en inglés tan clara. También está, lógicamente, Sarah Vaugan cantando "September", que Kurt Weill escribió en su etapa americana y que muchos cursis, quizá con razón, consideran la mejor canción de todos los tiempos. El jazz es, como la ópera y el rock, un género agotado, que no produce nada nuevo de relevancia desde hace mucho, pero hay cantantes que siguen en el siglo XXI llenándonos de melodías y armonías maravillosas: Shirley Horn, la única superviviente de la época dorada pero aún en plena forma, o Diana Krall, a pesar de ser tan comercial.

Además del jazz, en aquella época redescubrí la bossanova (por algún motivo, en mi primera infancia, ésa que digo no recordar, hubo bastante música brasileña). Siempre afirmo que mi canción favorita de todos los tiempos es "Summer samba", en la versión de Astrud Gilberto grabada con el organista Walter Wanderley (el clip es lo peor, pero es lo que hay en youtube). Cada vez que pongo mis pies en Park Avenue suena esa canción en mi cabeza y si algún día tengo la posibilidad de hacer un programa de radio (ése sí que sería un sueño), ésta sería la primera canción que haría sonar. Y cerraría el programa con "Manhattan Skyline" de David Shire, incluida en el banda sonora de Saturday Night Fever. Paula Morelenbaum, de quien ya he hablado en este blog, y Bebel Gilberto, hijastra (creo) de Astrud, han mantenido viva en occidente -en Brasil el el pan nuestro de cada día- a la bossanova. También en los 80, por cierto, y gracias a "Flor de Pasión", el programa de Juan de Pablos, descubrí a las grandes cantantes francesas de los 60, France Galle, Françoise Hardy, Silvie Vartan. De ellas ya he hablado antes, así que no me extiendo.

Los primeros 90 son, junto a finales de los 70, mi época pop preferida, y de esta etapa todo lo que me gusta son chicas. Desde lo previsible, como Madonna (¿soy el único que cree que "Erotica" y "Bedtime stories" son sus mejores álbumes? "Secret" es la mejor canción que ha grabado nunca), Dee-Lite o Lisa Stansfield ("All woman", sigo con máximas, es la mejor canción soul que conozco) hasta cosas menos conocidas como los dúos Zhané ("Vibe", que cuenta con el vídeo neoyorquino, junto al de Heart of Glass que ya he colgado, por definición) o Wendy and Lisa, con una canción inolvidable pero sin clip, "Always in my dreams", que tiene una estrofa inicial que me encanta y me aterra en igual medida: "I dreamt last night that I was the tear from your face that fell upon the page you wrote me yesterday telling me goodbye". Quizá porque tenía esa letra en mi mente, años después hice precisamente eso, escribir una carta diciendo adiós. Fue el mayor error de mi vida, que me fue perdonado y quedó corregido. Desde entonces sé que vivo en la provisionalidad, pues una segunda oportunidad sólo se tiene una vez, y ese cartucho ya está gastado para siempre.

En los primeros 90 conocí a otras cantantes que me siguen gustando muchísimo, como Holly Cole, cuyo primer disco, como escribí en una entrada anterior, compré por la foto de portada; Sheryl Crowe, que tiene una voz perfecta y escribió lo que para mí es un himno a una ciudad que me espanta y fascina en igual medida, me refiero a "All I wanna do" y a Los Ángeles; K.D. Lang, que se ha convertido en referencia imprescindible. Toda esta música me recuerda mucho a Nueva York, pues la escuchaba durante la primera etapa en que viajé regularmente a la ciudad. Nueva York, como ya he dicho tantas veces en este blog, siempre acaba siendo una referencia imprescindible y, de hecho, esta lista de canciones está vinculada a esa ciudad, como lo está mi vida, aunque sea más bien en un deseo que en el fondo tampoco tengo tantas ganas de hacer realidad.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Ellas también necesitan amar (I)

Como en noviembre sólo he escrito una entrada, y además del tipo quejumbroso, he decidido que tengo que desquitarme y proporcionaros, queridos lectores, material para la reflexión durante las fechas tan señaladas que ya tenemos encima.

En alguna entrada anterior dije que me encantan las listas. Como el iPod te permite hacer listas de canciones, he aprovechado la posibilidad para hacer unas listas completísimas para ocasiones diversas. Una de ellas lleva el mismo título que este post, "Ellas también necesitan amar" y es sorprendente como, a lo largo de canciones interpretadas por mujeres, se pude trazar mi vida entera. Todos mis recuerdos están vinculados a canciones y músicas diversas, imagino que le pasa igual a todo el mundo, pero en mi caso son voces femeninas las que marcan el paso del tiempo.

Tengo que reconocer aquí que apenas tengo recuerdos de mi primera infancia, es casi como si mis primeros 10 años de vida no hubiesen existido. Mis primeros recuerdos musicales pasan por Eurovisión y por mi devoción por Karina. Los 70 fueron la época dorada del concurso europeo de canciones. Nunca me cansaré de escuchar "L'oiseau et l'enfant" de Marie Myriam, o, sobre todo, "Tu te reconnaîtras" de Anne Marie David, la mejor canción que haya ganado nunca el Festival de la canción (fiajos en el vídeo, eso sí que es un buen corte de pelo). Lloré como lo que era, un niño pequeño, cuando Karina perdió (porque quedar segundo es, más que nada, perder) en Dublín en 1971 con "En un mundo nuevo y feliz". Recuerdo como si lo estuviese viendo su vestido color aguamarina de falda maxi y escote atrevido para la época (al menos en España), con un gran círculo recortado a los pies. Mi madre decía que ese círculo parecía una mancha de aceite. Pero yo sufrí mucho cuando perdió a manos de una monegasca petarda y teñida, Sévérine, que se alzó con la victoria con "Un banc, un arbre et une rue". Bonita canción, pero nunca la tendré en mi iPod.

Además de canciones eurovisivas, los años 70 están recogidos en mi lista con joyas de la música de baile: "Fly, robin, fly" de Silver Convention abre la etapa disco, que continúa con Tina Charles y su "I love to love" (el primer disco que me compré), "Mellow lovin'" de Judy Cheeks (¿Qué les ha pasado a los peluqueros? ¿Por qué en los 70 hacían maravillas y ahora sólo hacen horrores?), "Scotch and soda" de Manhattan Transfer, "If I can't have you" de Yvonne Elliman (la María Magdalena de la versión de Hollywood de JesusChrist Superstar), "Lost in music" de las divinas Sister Sledge, "Yes sir I can Boogie" de Baccara, "Forget me nots" de Patrice Rushen (quizá la mejor canción de la época disco, ya en los 80; el clip que he puesto es un montaje sobre una secuencia de una de las mejores series de televisión de todos los tiempos: la primera temporada de "The L word") y termina con Debbie Harry y "Heart of Glass" de Blondie, también ya del año 80, "Xanadu" de Olivia Newton-John, y las Hermanas Goggi y su "Estoy Bailando", que no está en Youtube, algo inaudito y sumamente injusto.

El final de los 70 es la época mejor representada en mi discografía. Ya he hablado de ellos, de lo que significa esa época para mí, así que no me extenderé más. Tengo que puntualizar que además del disco y de Eurovisión para mí una influencia fundamental en los 70 fue la música folk, sobre todo americana. Me encantaría poder incluir al "Glam" en esta lista, pero quizá porque aquí tuvo poca entrada no me marcó demasiado y no lo descubrí hasta mucho después. Aunque conservo sobre todo canciones folk cantadas por hombres, a veces estaban escritas por mujeres, como el "You've got a friend" de Carole King al que puso voz uno de mis cantantes favoritos, James Taylor. Nunca he tenido un espíritu hippie muy marcado, la verdad, pero hay dos canciones que no podían faltar en mi lista y que me emocionan por igual: "Chuck E's in love" de Rickie Lee Jones (una pedorra formidable, llevaba siempre unas gorras de escándalo aunque no en el clip que he encontrado) y "Chelsea morning" de Joni Mitchell. Quizá Ana y Johnny también estén en esta categoría, llamémosla "folk". En una futura entrada comentaré lo que supone para mí el 68 y todo el movimiento hippie-libertario que lo sigue. Nunca me ha interesado mucho. Hasta ahora.