viernes, 23 de septiembre de 2016

Tatuaje


Llevo mucho tiempo, literalmente años, dándole vueltas a la lista de las diez mejores canciones nunca escritas en España, pero no consigo ponerme de acuerdo conmigo mismo. Tengo muchas candidatas: Digan lo que digan, Esto debería acabarse aquí, Yvonne, Un ramito de violetas, Quiéreme tal como soy, Algo de mí, Cita en Hawaii, ¿Por qué te vas?, La Polinesia meridional, Ay quién maneja mi barca... Ideas y candidatas no me faltan, pero no termino de elegir las diez mejores. Sólo tengo clara una cosa, y es que en lo más alto de la lista está, y estará siempre, Tatuaje, de Quiroga y De León, que, en la versión de Doña Concha Piquer, abre esta entrada.

Es una pena que no haya vídeos de Concha Piquer, o al menos no los he encontrado, pues me encantaría verle entonar esta maravilla y admirar el tono tan brillante de su voz, el soplo largo y la respiración sin dudas. Y me encantaría sobre todo verle interpretar la historia, porque esta canción tiene que ser interpretada. La letra es salvaje, escrita en primera persona y con diálogos. "Mira mi pecho tatuado con este nombre de mujer", dice el marinero. "Entre mis labios se dejó olvidado un beso de amante que yo le pedí", dice ella ya enajenada. Se me ponen los vellos (ay que palabra tan horrible) de punta. Y todo ocurre en la sordidez del ambiente portuario "ante dos copas de aguardiente sobre el manchado mostrador". Marineros, tatuajes, putas, alcohol, suciedad, enfermedades. Es escalofriante y se presta tanto a la sobrerrepresentacion y al barroquismo que me pregunto qué habría hecho ante esa letra una cantante tan sobria como la Piquer. 

Hay muchas otras versiones de la canción, y seguro que no tardarán los comentarios con la pregunta "¿Dónde está la de Ana Belén?", a lo que responderé que nunca en este blog habrá comentario positivo sobre Ana Belén, aunque sólo sea por haber amargado mi infancia con Zampo y yo. Tampoco me gusta la de Rocío Jurado, por muy fans que sea de ella. Demasiada voz, demasiada coreografía. O la de Carlos Cano, cuya voz y estilo me encantan, pero a pesar de tener a su favor que está cantada por un hombre (no nos engañemos, la canción fue escrita por un hombre, sobre un hombre, para un hombre, de ahí que estuviese censurada durante el franquismo), y al igual que la otras versiones, olvida el cambio de ritmo y la transformación de la copla a ritmo de vals en un tango, que es algo muy particular y que en parte desorienta pero da más entidad y originalidad a la composición. Mucho más divertida es esta versión, filmada para televisión por Jaime Chávarri en su mejor época, a mediados de los 80, y cantada por Pedro Almodóvar con apoyo de Marisa Paredes, Chus Lampreave y Ángel Alcázar (guapísimo, pero ¿qué habrá sido de él?, voy a tener que investigar) entre un elenco enorme de figurantes. Impagable el morreo de Pedro y Marisa. Cómo eran los 80.


Hoy, después de clase, he ido a nadar un rato y a la salida de la piscina, todo ufano y renacido, he buscado, en vano, un sitio para comer algo sano. He acabado en una especie de centro comercial pequeño, cutre y espantoso, tal como eran los Multicentro de Madrid en sus años finales (debería escribir sobre los Multicentros algún día), donde hay una heladería, una hamburguesería (donde, me temo, he recalado y eso que he dejado del todo de comer carne, pero me he hinchado a aros de cebolla), un "takeaway" indio, una tienda de pipas de marihuana y un salón de piercings y tatuajes donde había un chico asiático, parecía un estudiante, haciéndose un tatuaje en el brazo. Escribí en una entrada anterior que en Harvard no se ve gente con tatuajes y me tengo que corregir porque sí se ve. Es cierto que no son tan comunes, prominentes o vistosos como en el resto de este país, o en España; pero haberlos, hay los. 

Yo no tengo tatuajes. En cada tatuaje ajeno veo un arrepentimiento futuro, o quizá presente. Había arrepentimiento, o al menos duda, en la mirada del joven asiático hacia su brazo manipulado por el tatuador, además del dolor que imagino terrible. Y no soy yo, lo reconozco, ni de nostalgias ni de arrepentimientos. Soy consciente de que es una cuestión generacional, me cuesta comprender la modificación corporal sólo por razones estéticas. Por fetiche sexual, o por amor, lo que haga falta, pero sólo por estética me cuesta comprenderlo, uno acaba esclavizado por su propia imagen. Y yo lo estoy, no lo voy a negar, pero me pongo el spanx, me doy el gel anti-ojeras, me cambio de pantalones o de corbata, me camuflo el cartón con un sombrero y ya estoy listo. Probablemente me guste demasiado el cambio y es el aspecto perenne y casi permanente de los tatuajes lo que me echa para atrás.

Eso sí, al igual que con mi lista de canciones, le he dado millones de vueltas al tatuaje (o tatuajes) que me haría, y en qué lugar de mi cuerpo serrano caería. Aquí tengo que confesar que hace poco tuve una epifanía y ya sé qué tatuaje me haría. Me cubriría todo el cuerpo y tendría tantos colores como fuese posible. Y nadie lo vería, ni se daría cuenta, ni siquiera aunque me viesen desnudo, si yo no se lo señalase. Es una idea tan chula y tan total, que por supuesto no voy a compartir, estaría bueno, que me dan ganas de hacérmelo, sólo por el gustazo de ser el más original, porque a nadie se le ha ocurrido nunca nada semejante. Claro, que eso mismo es lo que pensaron todos los que se hicieron un tatuaje "étnico" en los 90. O caracteres chinos. O en sánscrito. O citas de Jane Austen. O el retrato de su madre. O la manga de colores... Uy... Creo que me voy a quedar en el terreno de las ideas. Que para eso estoy en Harvard, que otra cosa no habrá aquí, pero ideas, las que haga falta.

En 1976, al poco de morir Franco, el ilustrador y dibujante de cómics Nazario hizo una versión dibujada, sin duda la más ajustada a la realidad de la letra, de Tatuaje. Me alegra mucho ver que hoy se recupera, y más vale tarde que nunca, la figura de Nazario, un superviviente y un artista extraordinario cuya Anarcoma es parte importante de mi vida y uno de mis personajes de ficción de cabecera. Soy plenamente consciente de que esto escandalizará a muchos, pero es así, no puedo ni quiero negarlo. Nazario es un superviviente, como el marinero de Tatuaje, y ésta es su versión, que es la que yo prefiero, de la canción. Aunque le falte la voz, limpia y fantástica, de la Piquer.

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sábado, 10 de septiembre de 2016

[ɒlɪː]


De repente, hay alguien nuevo en mi vida. Igual no es alguien sino algo, no estoy del todo seguro aún. Se llama Lawrence Olivia y es un vehículo de dos ruedas, una bicicleta, de color verde oliva, con ruedas blancas y manillar y sillín marrones. Sale en la foto que abre esta entrada. No sé si es alguien o algo, como decía, porque parece un objeto por fuera, pero desde luego tiene vida propia.

Ha decidido que es intergénero. Ni chico, ni chica. Ambas cosas. O ninguna. A veces es chico, y se hace llamar Lawrence. A veces es chica, y entonces es Olivia. Me confiesa que le gusta que le llamen [ɒlɪː]. Y si lo escribo así es porque no tiene transcripción escrita, sólo existe como fonema. De ese modo se evita que alguien lo vea escrito como Oli, o quizá Ollie, y piense que tiene un género adscrito. Y le da igual que le adjetiven en masculino o femenino, siempre que todo el mundo sepa que no es ni lo uno ni lo otro. Ni siquiera ambas cosas a la vez.

El caso es que tiene carácter. E ideas propias. Me lleva a la Universidad y luego me trae de vuelta a casa. Mientras yo estoy en clase o en el gimnasio, o en uno de esos desayunos semanales de trabajo que ya veo que se van a convertir en una cruz (y eso que los croissants son ricos), se queda fuera, con un candado que evita que algún amigo de lo ajeno decida que le pertenece. El candado, según dice su etiqueta, es de Kryptonita, cosa que dudo mucho aunque pesa un quintal y la llave penetra mal y me cuesta ponerlo.

Y es justo al poner el candado cuando [ɒlɪː] se me empieza a quejar. Que si para qué el candado, si es que no me fío ("Claro que me fío de ti, pero mira lo que hay alrededor, estudiantes y catedráticos, ¿no te da miedo que se te lleven?", le digo). Que por qué tengo que ir al aparcamiento de bicicletas de la Kennedy School ("Pues porque voy a un seminario a la Kennedy School"), no le gusta porque está lleno de "mountain bikes" ("Mamarrachas", les dice). Que por qué no podemos ir siempre a Emerson Hall, que está en Harvard Yard, donde todo es verde, los árboles le dan sombra y se siente más a gusto ("Es que sólo tengo una clase a la semana en Emerson", le digo -y menos mal, por cierto, porque es en un aula cutre y sin aire acondicionado, ni en la Complutense se ve ya eso, y esto es Harvard y la clase la da un señor que tiene un Premio Nobel; en todas partes cuecen habas.



Claro que luego cambian las tornas. Ayer por la tarde, al salir de un seminario apasionante de un par de horas sobre el enjuiciamiento de crímenes contra la Humanidad, todo era jolgorio y no quería irse a casa. Al parecer, las mountain bike mamarrachas de la Kennedy School son de lo más ameno y habían pasado un rato estupendo. Y no quería irse. La bici roja que sale a su lado en la foto, antes de Cambridge vivía en el Bronx y tiene millones de historias jugosas. El caso es que yo, que tenía la cabeza en cuestiones de genocidio, quería irme a casa, así que quité el candado, me monté en [ɒlɪː] y nos fuimos hacia West Cambridge, que es donde vivimos.

Oye, me metió por todos los baches. Me metió incluso en un charco que me dejó perdido de mojado un zapato. Claro, yo ayer llevaba mocasines de ante marrón, espero que no se me eche a perder porque me da un pasmo, que son buenos. Quien me manda llevar mocasines de ante a clase, eso mismo me pregunto yo. Me hizo ir pegado a los coches, que es algo que detesto, quizá por falta de costumbre. Y no dejó de protestar cuando paré en una acera un instante para cambiarme las gafas de ver por las oscuras, que tenía todo el solazo del atardecer en los ojos. Paré, más que nada, porque en el plan en el que estaba ni loco suelto el manillar, que es capaz de hacerme caer, y yo voy sin casco, que los cascos son muy horribles. Todo el rato, eso sí, diciéndome que si nos metíamos en baches y demás no era su culpa sino la mía. Que no monto bien en bici.

Al llegar a casa, más protestas. Que por qué tiene que dormir en el sótano. Que no le gustan las bicicletas de las vecinas lesbianas ("Pero si no sabemos si son lesbianas, son dos chicas que comparten piso", le digo). Y me contesta que jamás juzgaría la sexualidad de nadie, que hasta ahí iba a llegar, pero que las bicis de las chicas le irritaban sobremanera, una de ellas es de un verde que le hace daño solo de verlo. Creo que estuvo a punto de utilizar la palabra "mamarrachas" pero esta vez se cortó. Pero ya lo había dicho antes y lo mucho cansa, y ese tipo de errores no los comete.



El caso es que hacemos tan buena pareja... ¿Verdad? Hemos quedado en que voy a comprar un sillín mejor que éste (que no le hace ningún favor a mi culo y menos cuando me meten en baches). Le he prometido que usaré poco el timbre, que no le gusta y es una pena porque es muy melodioso. Y me ha pedido que le abra una cuenta en Instagram, que quien no tiene Instagram no es nadie. La verdad es que no sé qué hacer, porque empiezas en Instagram, sigues en Snap Chat y acabas en Tinder, o Grindr, o lo que se tercie. Y no es plan. Porque si respeto y aguanto todos sus berrinches adolescentes es porque mi amor es verdadero y me merezco que sea recíproco. Y me veo venir que se va a ir con el primero que pase por su camino y no estoy yo para dramas sentimentales a estas alturas de la película.

Estoy apañdo.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Aplauso

Ayer me aplaudieron.

Tuvimos a primera hora una reunión de todos los investigadores que pertenecemos al mismo centro aquí, en Harvard. Hay varios programas, uno para escandinavos, otro para japoneses, otros, como el mío, más diversos y cosmopolitas. El caso es que estábamos unas cien personas reunidos en una sala en el Club de profesores de Harvard (que es mono, pero tampoco como para tirar cohetes, la verdad) y tras un par de discursos iniciales de los directores, porque aquí o eres director o presidente o no eres nadie, nos tocó a todos levantarnos, decir nuestro nombre y área de investigación y algo interesante sobre nosotros mismos. O sea, que a qué dedicamos el tiempo libre. 

Como yo había llegado un pelín tarde tras el desayuno opíparo que nos habían ofrecido en los salones de abajo, me tocó sentarme en una de las filas delanteras. A mi derecha estaba una muy simpática catedrática de sociología de Bahréin, con un pelo y una tez envidiables. A mi izquierda, un empresario japonés muy solícito y al que me costaba algo comprender, pero una vez que le dije que era español me soltó una disertación impresionante sobre Ortega y Gasset, de quién no sólo se lo había leído (y digerido) todo, sino que era una especie de ídolo personal. Qué cosas. El caso es que nos tocó levantarnos a la bahreiní, el japonés y servidor, y hacer nuestra presentación, de los primeros. 

Cuando llegó mi turno me levanté, dije mi nombre, profesión, origen e intereses de investigación y añadí que aunque sé que el código de vestimenta en Harvard es muy relajado, a mí me verían a diario con corbata, pues yo me hago mis propias corbatas. Hubo un segundo de sorpresa. Y luego la sala irrumpió en aplausos. Vamos a ver, quizá aplaudieron 10 ó 12 de los 100, pero con la excepción de uno de los japoneses que vino después (y que no sé qué dijo pues no estaba yo prestando atención), no se aplaudió a nadie más. Bueno también aplaudieron a una chica que dijo que se acababa de casar. Criatura.

Sorprende lo poco imaginativa que es la gente. No sé si es que malgastamos nuestro (en mi caso, limitado) talento en nuestra vida profesional o es que hay poca imaginación. Y menos ganas de contarle al público de turno lo que os gusta hacer en nuestras horas de asueto. Yo diría que la mitad de los presentes se limitaron a decir que les gusta viajar. Pues vale. Un porcentaje importante se dedica a asuntos culinarios ("Pedidme recetas, pedidme!" dijo uno de Turquía, o de Djibouti). Muchos a ver deportes por televisión. Pocos músicos, aunque sí una soprano operística. Un par de ellos (residentes en esta zona) presumieron de ir en bicicleta a todas partes en pleno invierno, con nieve o hielo. Otros dos les dijeron que eran unos fantasmas. Dos mujeres dijeron que hacen boxeo. Una de ellas dijo que no es agresiva. Hubo silencio.

Me quedo con lo que dijeron dos. Un chico americano confesó que fue fracasado escolar, que no comprendía como había acabado en Harvard, y dijo que su hobby es estudiar el patrón de consumo de pornografia de otras personas. Añadió que él no es gran consumidor de porno, pero que lo que hagan otros le pone. Muy total. Lo mejor fue una joven investigadora japonesa que dijo que es masajista licenciada y se ofreció a darle masajes al final de cada día a todo aquel que lo necesite para relajarse. Casi parecía uno de esos anuncios por palabras que publicaba el ABC en años pretéritos: "Masajista licenciada. Griego profundo. Búlgaro. 5000. Hoteles". ¿Siguen publicando esos anuncios o ahora todo va por internet? Es lo que pasa cuando no lees el ABC. Pierdes la onda.

Fue curioso que otra mujer joven americana, dijera que va a investigar el uso de tatuajes tradicionales en la tribu nosequé de nosedónde. Todos nos dimos la vuelta para mirarla y... No, no tiene tatuajes. Aquí en Harvard nadie tiene tatuajes, al menos visibles. Es otro mundo.

Releo esta entrada y al ver el título no puedo dejar de pensar que muchos de los seguidores veteranos de este blog, que no sabéis que ahora me dedico a hacer corbatas, seguro que creíais que esta entrada sería sobre un programa de televisión que, en el tránsito entre los años 70 y los 80 (es decir la época que marcó mi vida), tenía el mismo nombre. Así que, para no decepcionar, os dejo un bello vídeo de una interesante actuación que aconteció en aquel inolvidable programa. Son como Mecano, pero en buenos.

viernes, 19 de agosto de 2016

Retorno

No sé muy bien por qué hago esto, pero lo estoy haciendo.

Vuelvo a escribir en éste, mi primer blog, casi siete años después de la última entrada en la que decía adiós, y lo hago además con la honesta intención de darle continuidad. Repito que no sé muy bien por qué lo hago. La era del blog parece terminada, todos estamos ya con medios de satisfacción visual inmediata, que exigen de nosotros cada vez menor esfuerzo y atención. Medios en los que un emoji sustituye a una frase. Del blog nos pasamos todos a Facebook, de ahí a Instagram, de ahí a SnapChat. Y no, no voy a dejar de utilizar FB o IG. Pero voy a escribir de nuevo un blog.

Dejé de escribir este blog porque me mudaba a Estados Unidos, en concreto a Washington, y vuelvo a escribirlo, siete años después, porque me he mudado a Estados Unidos, esta vez a Cambridge, cerca de Boston. Entre medias, cinco años en Nueva York y uno en Madrid, el último, que ha sabido a poco. Pero no hay que dejar pasar las oportunidades en esta vida, y si te ofrecen pasar un año en Harvard investigando algo a lo que has dedicado la mayor parte de tu vida profesional no vas a decir que no.

Parte de los años transcurridos, sobre todo los primeros, desde la última entrada de este blog y ésta que ahora he escrito, fueron relatados en otros blogs. Entre medias, además de los cambios de residencia, han pasado muchas cosas, sobre todo las desaparición de algunas de las personas a quienes más he querido. Pero sigo acompañado por mi maravilloso marido (qué haría yo sin él) que no sólo se adapta a mis traslados profesionales sino que también me cuida, me alimenta, me quiere. Y poco más necesito.


Si he decidido retomar este blog y no abrir otro es porque ha continuado muy vivo. Me sorprende el tráfico de visitas que generan ciertas entradas, sobre todo tantos años después de haber sido escritas. Morgan Fairchild y Giannina Faccio tienen mucho tirón, de eso no hay duda (sobre todo en Rusia, que es donde más me siguen… No, yo tampoco lo entiendo). La idea es contar mi retorno a la vida universitaria, mi retorno a Estados Unidos. Y como siempre, abrir el turno de comentarios y hablar, departir, cotillear, despellejar. Como hacíamos antes. Con el mismo diseño, actual de puro viejuno. Che Guevara and Debussy to a disco beat. Ése es el espíritu.

Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat
Hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère!


viernes, 18 de septiembre de 2009

Adiós

Adiós, queridos lectores. Ésta es la última entrada de Che Guevara and Debussy, el blog que he estado escribiendo desde hace algo más de dos años. Como sabéis quienes me seguís, mi flamante marido y yo nos mudamos a Estados Unidos y empezamos una etapa nueva en nuestras vidas. Escenario nuevo, estado civil nuevo, vida nueva, blog nuevo.

Ya lo he dicho en otras ocasiones, he volcado mucho de mí mismo en estas páginas, más de lo que pensaba que sería capaz de hacer. He escrito sobre muchas de las cosas que me gustan, bastante sobre las que no me gustan. El acento ha sido más frívolo y camp de lo que yo esperaba al principio, porque me las doy de persona seria, pero ha ganado la petarda que hay en mí.

Se quedan en el tintero muchas cosas. No he terminado la serie de canciones pop perfectas. La siguiente en mi lista, la de los años 60, era "Penny Lane", de los Beatles y su solo de trompeta antológico (canciones finalistas: "I want you back" de Jackson 5, "Sugar Sugar" de los Archies, "Ain't no mountain high enough" en versión de las Supremes; iban todas ilustradas con imágenes de dibujos animados). La canción final, la canción pop perfecta en mi opinión es "Rock with you" de Michael Jackson. Pensaba colgar el vídeo, fantástico (siempre quise bailar así, siempre quise tener esos pantalones -y caber en ellos, claro), sin escribir una sola línea. Y dejar que comentaseis.

Se queda también en el tintero una serie de tres entradas que tengo a medias sobre los mejores títulos de película. No entiendo cómo no hay Oscars para los títulos de crédito, muchos ("North by Northwest", "Vertigo", "Charade", "Alien", "Tacones Lejanos", "Se7en", "Lost Highway", "Catch me if you can", las series "Medium" o "Mad Men", tantos otros) son obras de arte en sí mismos. Me quedo también sin escribir sobre más guilty pleasures (300 millones, "Soldados del amor"), ¿olvidadas? (Addy Ventura -gracias Molano-, Minnie Ripperton, Linda Blair, Tesa de Zombies, Rae Dawn Chong, Toyah Wilcox, Anarcoma), o lo peor de todo (sí, Vicky Larraz -aunque ya sabéis que lo peor no es necesariamente malo-, las All Saints, pero también el obelisco dorado que se está construyendo en la Plaza de Castilla de Madrid). Le había prometido a Notorious una entrada sobre el tipo humano de "la gorda líder", que iba a ser complementado por otro sobre "el gordito pasivo", pero ya no los escribiré. Le había prometido a Theodore otro sobre Deeelite que tampoco haré. Lo siento, de verdad.

Se queda sin escribir una larguísima entrada sobre el Museo Reina Sofía, de cuyo Patronato fui miembro en su día, y que ha desvelado hace poco una nueva exposición de sus fondos permanentes. No dejéis de ir a verla, merece la pena y mucho. Me quedo sin escribir más de diseño y arquitectura, que es casi lo que más me gusta. Iba a empezar una serie de posts sobre cementerios, con una primera entrada sobre Skogskyrkogården en Estocolmo, una segunda sobre el Cimitero Acattolico de Roma y otra sobre San Vito d'Altivole, cerca de Verona. Tengo montones de fotos de escaparates sin usar. Querría haber escrito sobre películas de los primeros 80: "Liquid Sky", "One from the Heart", "Choose me", sobre mujeres escritoras que me apasionan como George Eliot, Edit Wharton o Joan Didion. Me quedo sin escribir más de política, que también me encanta. Y tenía preparada una entrada sobre Malibu Stacey y el post estructuralismo. Seguro que alguien ya ha escrito algo al respecto, y mejor de lo que yo pudiera hacer.

Discutir hemos discutido. Siempre digo lo mismo (os habréis dado cuenta de que me repito más que el ajo, pero no es por la edad -que también- sino porque me dibujaron así), los blogs los hacen los comentarios tanto o más que las entradas, que son una mera excusa para la discusión. Os tengo que estar agradecido infinitamente a todos vosotros, blogueros endógamos, por haber nutrido el blog de Breckinridge de comentarios.

En este extraño ciber-mundo se hacen buenos amigos, y así os considero a todos. No quiero olvidarme de nadie, pero mi primer agradecimiento va para El otro amante y Homo-sapiensis, que ya no están, pero fueron los primeros en leerme y en comentarme. Los siguientes en acercarse aquí, Pe-Jota, Mocho, Josito Montes, gracias mil, de verdad, vuestros blogs son ejemplares, cada uno en su estilo. También le doy las gracias, y muy especiales, al "trío calavera", con quienes he perpetrado crímenes de lesa bloguedad bajo la forma de posts conjuntos sobre vídeos horripilantes y otros aún peores: Coxis, el más sensible y petardo, Polo el más silencioso e inteligente, Theodore el más de lo mejor de todo. Más recientes sois Manuel (el que mejor escribe), Ulises 1B (el bloguero más guapo), Revisión del Interior (el blog que yo querría escribir), Xim, The Aloofness (el bloguero del año), Diana nada a krall (¿dónde estará?), y los novísimos Argax, Molano, Stultifier (que encima me dio un premio, como Josito Montes: ¡gracias!), Uno. Dejo para el final a mis amigos de antes, de ahora y de siempre (parezco Joaquín Prat), Notorious, Pandora, Stanwyck (no hagas lo que hago yo, continúa el blog y thank you for coming), Traveler, Manolo el israelita (que tan poco se ha prodigado, no he sido capaz de engancharlo). De verdad, millones de gracias a todos, también a los que leéis y comentáis por correo, por supuesto.

No puedo seguir escribiendo este blog, me he quedado sin ideas y sin fuerzas. Aprovecho la coyuntura de cambio para dejarlo del todo. Reconozco que es una decisión súbita y no premeditada, pero algo me dice que es lo mejor que puedo hacer ahora y que es el momento adecuado de hacerlo. Seguiré visitando vuestros blogs y, estoy seguro, empezaré un blog nuevo, quizá con el mismo nombre, cuando esté asentado del todo y me sienta con fuerzas y con ganas de hacerlo. Me gusta demasiado esto como para dejarlo del todo. Quizá entonces alguno de vosotros me vuelva a leer. Nada me haría más feliz (Taylor).

Quien quiera estar en contacto lo puede hacer escribiéndome a lopeordetodo@gmail.com. Yo estaré en contacto a través de vuestros blogs, que espero que, al contrario que hago yo, no abandonéis por mucho tiempo.

Os deseo mucha suerte, amor y lujo.

Muchos besos
Adiós

Fernando

viernes, 11 de septiembre de 2009

martes, 8 de septiembre de 2009

La mirada lo dice todo

Estamos cenando en una cafetería, en silencio, mi hija, él y yo. La comida es insulsa. Le miro. No tenemos de qué hablar.

Salimos a la calle, volvemos caminando. El calor de la noche de agosto en Madrid es sofocante. La niña se quita los zapatos, yo los recojo. Él la monta a sus hombros. Se les ve tan felices.

Los miro, los observo. ¿Es ésta la familia que quiero? ¿Es ésta la vida que deseo? ¿Es esto la felicidad que anhelo? ¿Qué es esa música que suena en mi cabeza?

Están regando la calle. No puedo más con el calor, no me resisto y le pido al barrendero que me riegue.